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Así se habla todavía en el campo

la verdad de lanzarote  |  31 de marzo de 2013 (13:17 h.)
PADRE BÁEZ: No quiero decir que al cien por cien, ni mucho menos, pero que en algunos parajes o por algunas cuevas, como es la de Antonia entre Cazadores y La Pasadilla, al menos allí, se conserva este hablar de otros tiempos, con lo cual se asegura la tradición, que como es lógico, se va perdiendo de no quedar recogido estos términos y expresiones, tan llenos de encanto y sabor. Y ello, basta con una visita, y un rato de conversación, para entendernos usando palabras tan distantes, y tan cercas a la vez. Lástima de palabras que se pierden, que desaparecen, que se borran, y algunos de las últimas generaciones, ni entienden.

 

No quiero decir que al cien por cien, ni mucho menos, pero que en algunos parajes o por algunas cuevas, como es la de Antonia entre Cazadores y La Pasadilla, al menos allí, se conserva este hablar de otros tiempos, con lo cual se asegura la tradición, que como es lógico, se va perdiendo de no quedar recogido estos términos y expresiones, tan llenos de encanto y sabor. Y ello, basta con una visita, y un rato de conversación, para entendernos usando palabras tan distantes, y tan cercas a la vez. Lástima de palabras que se pierden, que desaparecen, que se borran, y algunos de las últimas generaciones, ni entienden. Y es el caso que en la conversación, de la parte de uno lo propio, pero desde ella, por encima ya de los más de ochenta años, y metida en aquel barranquillo, como que la distancia es mayor, y la riqueza de la lengua que se expresa de otra forma o manera: Uno diciendo algo de aquel anciano, y ella diciendo ese viejo cloquío; uno hablando de ruido, y ella de aquella parranda; uno que quiere o desea y ella que se antoja; uno de pelar cañas, y ella de tronchar las cañas; uno de mentiroso, y ella de tramposo; uno de un cuento, y ella de un chisme; uno de un montón y ella de una jarca; uno de unos poco serios, y ella de una maná de sinvergüenzas; uno de un cualquiera, y ella de un sarandajo; uno de ayer, y ella de el otro día mismo; uno de gente asustada, y ella de gente asombrada; uno de un lío, y ella de una tragedia; uno de poco trabajadores, y ella de unos gandules; uno de un salto, ella de un brinco; uno de lo bien que lo pasó, y ella de san Pedro se divierte; uno de un cualquiera, y ella de un arretranco; uno que una chiquilla joven, y ella de un pimpollo; uno de disgusto, y ella de amargura; uno de una perra, y ella deuna perrilla; uno de una cosa bonita, y ella de cosa linda; uno de una silla y ella de un travetillo; uno que en medio de, y ella con su entremedio; uno que casi, ella con cuasito; uno que nada y ella que naíta; uno que se acomoda, y ella que se acoteja; uno que en un claro, y ella que un clarito, uno que un astuto, ella que un pícaro; uno que unas chicas, ella que unas chiquillas; uno que somos y ella que semos, uno que bueno, ella que pal carajo; uno que si así se habla y ella que se habla asín..., y así, un sin fin de palabras muy comunes hasta hace poco, y que poco a poco se van dejando atrás, por otras que se han incorporado en el hablar cotidiano y enriqueciendo el diccionario, a la vez que nos empobrecemos, al perder el gran tesoro de la lengua, la de nuestros mayores, de la que ha devenido estas otras más técnicas, y en abreviaturas, llenas de fuerismos, que nos dificultan la comprensión de lo que a veces hablamos o escuchamos. Signos de los tiempos. Pero, cabe todavía el gozo y la alegría de hablar con personas aisladas y perdidas, que guardan estos tesoros de la lengua, que muere, pero que gracias a ellas, aún perduran en un coloquio lleno de buen sabor, como el vino viejo. Una vez más, le toca al campo, perder lo mejor que poseía: el sector primario, con la agricultura y la ganadería, y por si era poco con su verbo, tan rico en expresiones como con sus matices, y para ello, simplemente un ejemplo, y lo dejo a título de pregunta al lector de este comentario: ¿de cuántas partes se compone un arado, aparte el yugo y la aguijada?

El Padre Báez.

Nota.- Si ese fue el resultado de una visita de media hora, ¿qué no hubiera supuesto unas horas más o una tarde entera? Lo que se pudiera rescatar y recoger de un trabajo de campo, en este sentido. La gran pena, fue no llevar una grabadora par tomar acentos, tonos y otros matices (y palabras), y quedarme solo en tomar algunas palabras a voleo en una cuartilla doblada. Pero, mientras se volvía a su cueva, en la despedida, todavía dijo algo referente a lo que estábamos hablando en plan de aforismo:“donde hay duda, hay desengaño” expresión de sabiduría popular, que lamentablemente se pierde.