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Historia de la hermosa Princesa de Achinet (Tenerife)

la verdad de lanzarote  |  19 de enero de 2013 (16:00 h.)
Mari Carmen Cabeza
MARY CARMEN CABEZA: La llegada de los guanches a Tenerife, se estima que fue sobre el siglo v a.C. Su cultura se caracteriza por un desarrollo avanzado que probablemente tendría conexión con el pueblo berebere, desde el norte de África. Tenían un desarrollo tecnológico pobre, por la escases de materiales, sobre todo de minerales, Se dedicaban pues al pastoreo, a la agricultura, a la pesca y al marisqueo en las orillas.

 

    La llegada de los guanches a Tenerife, se estima que fue sobre el siglo v a.C.

   Su cultura se caracteriza por un desarrollo avanzado que probablemente tendría conexión con el pueblo berebere, desde el norte de África.

   Tenían un desarrollo tecnológico pobre, por la escases de materiales, sobre todo de minerales, Se dedicaban pues al pastoreo, a la agricultura, a la pesca y al marisqueo en las orillas.

   Su religión era politeísta, entre sus dioses estaban:

                      Achaman dios del cielo y supremo creador.

                      Chaxiraxi diosa madre (identificada posteriormente como la virgen de Candelaria).

                      Magec dios del sol.

                      Guayota demonio.

   Muy curioso su culto a los muertos, practicaban la momificación a los cadáveres.

   La sociedad de la isla se definía por la riqueza del número de ganados. Por un lado la nobleza y por otro el pueblo.

   La isla se dividía en territorios cuyo rey era el mencey que regía su menceyato.

   Y como la historia y la leyenda vienen muchas veces de la mano llegó el tiempo en que arribaron a las cosas de las islas afortunadas barcos de vela: unos con afán de comercio y otros para someter a las tierras y a los hombres libres.

   Así la corona de Castilla contrató para su conquista a dos soldados normandos: Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle. Y en el año 1402 llegaron a las islas, tomando en poco tiempo Lanzarote y Fuerteventura, le siguieron el Hierro y la pequeña Gomera.

   Fueron tales los atropellos por estos señores feudales en las canarias que el reino de Castilla dio a la familia Peraza- Herrera el señorío de estas y se conservó para ello las insumisas que contaban con más habitantes y recursos: como Gran Canarias (pese a su heroica resistencia) y La Palma. Cayendo en último lugar Tenerife, después de que tuvieran los guanches la gran Victoria de Acentejo, donde poco después los invasores hicieron una gran matanza en las quebradas de acentejo, ayudados por una epidemia de peste lograron los invasores la victoria.

                   Y cuenta la leyenda que de regreso a la costa de los expedicionarios coinciden, la princesa guanche y el capitán Castillo (ilusionada la princesa con una profecía que la había hecho un  agorero) “conocería a un hombre de rostro claro e idioma extraño, que la enamoraría.

   El encuentro entre la princesas y el castellano se da en la Laguna, mientras esta se daba un baño, desconociendo que él estaba muy cerca tapado por los mimbrales de la laguna donde pastaban los rebaños.

   De este modo se encontraron amaron sin reservas y sin medir las distancias que separaban a sus respectivos pueblos.

   Pocos días después el capitán Castillo peleo en Acentejo, donde fue tan grande la matanza de los españoles, él sobrevivió y herido fue llevado ante Bencomo. Dacil lo reconoció y pidió por su clemencia, su padre dispuesto siempre a complacerla y por las circunstancias de la victoria libera a los prisioneros

   Después de esto, el capitán Fernández de Lugo envió a 500 hombres al valle de Tegueste en busca de rebaños y provisiones para la tropa, sólo hallaron muertos¸ pero a la vuelta los asaltaron los guerreros del Cantón Guanche cogiendo prisionero de nuevo al capitán Castillo y de nuevo el mencey Bencomo lo perdona por la insistencia de Dacil.

   Según la leyenda el noble Bencomo y los menceyes Acaymo y Beneharo piensan en lo costoso e inútil de la guerra y esperan una paz por medio del Adelantado que se les garantice en nombre de unos reyes lejanos.

   El armisticio se firmó y los menceyes reconocieron la soberanía real, Fernández de Lugo juro respetar sus compromisos.

   En este clima el amor entre Dacil y Gonzalo se afianzo más. Pero pronto la paz empezó a enseñar sus miserias, el orden terminó y se impuso la espada y la esclavitud  y la historia se volvió amarga.

   Sólo el amor prevaleció, la dulce princesa guanche y el intrépido oficial, imagen de una relación de conquista, fueron símbolo de la nueva época, para un pueblo en formación unían los valores de vencedores y vencidos e igualaban rangos y culturas.

   Los espíritus libres de nuestra princesa guanche Dacil y de Gonzalo recorren los suelos de la Vega. Los amantes de Tenerife cuyo amor creció entre los montes de la Esperanza y las Mercedes.