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43 años de injusticias para los verdaderos promotores de las instalaciones deportivas de la isla

Aureliano Montero González  |  18 de septiembre de 2012 (23:44 h.)
Los 4 magníficos de la Ciudad Deportiva

La historia real de 4 "quijotes", que lucharon contra los estamentos franquistas en la isla de Lanzarote hasta conseguir que se creara un Polideportivo. El apoyo decidido de un quinto personaje que hizo que el grupo se convirtiera en los "5 magníficos". Y la persecución bestial (laboral, social y humana) del Régimen de Franco hacia uno de ellos, Montero Gabarrón, por haber conseguido algo que los "testaferros" del Dictador en la isla habían negado.

En el año 1964 se jugaba en Lanzarote una Liguilla Insular en la que participaban los únicos 6 clubes de carácter regional: la U.D. Lanzarote (presidida por Agustín Hernández); el C.D.O. Marítima (Juan Domingo Reyes); C.D. Torrelavega (Antonio Betancort Cruz); C.D. Puntilla (Pedro Martín Barreto); C.D. Santa Coloma (Francisco Fuentes Pérez); y Rocar (Manuel Toledo). Dicha competición se celebraba cada domingo en el viejo Estadio Olímpico de Arrecife, un solar cedido desinteresadamente por sus propietarios, para que pudieran practicarse los deportes en alza en aquella época, como fútbol, baloncesto, lucha canaria, etc.

Sin embargo, las instalaciones (que estaban en funcionamiento desde el año 1941) se encontraban en un lamentable estado, siendo constantes los incidentes en las mismas. El propio Aureliano Montero Gabarrón, nada más llegar a la isla en el año 1956, fure a ver un partido de fútbol, y según comentó tiempo después en una crónica deportiva, se fijó más en el estado del "estadio" que en el propio encuentro. Y es que, según su propia descripción, "sus muros están deteriorados, su entrada mísera, su ventanilla de venta cayéndose cristales y puertas, y un largo etcétera... Nadie pedía un estadio nuevo; nadie pedía un complejo deportivo; tan sólo una reparación... Siempre la resignación. O el temor a la represalia".

 En otra ocasión, el palco de cemento en que se sentaba el público, se vino abajo con todas las sillas plegables, tal como habían pronosticado tiempo atrás el propio Montero, Agustín Acosta y Alonso Corujo. Por suerte, todo quedó en un susto para los pocos aficionados que se encontraban sentados en el mismo.

Y así se llegó al año 1964. Durante una entrega de trofeos en la Sociedad Torrelavega, se encontraban reunidos numerosos deportistas, los directivos de los diferentes clubes, y gran cantidad de seguidores del deporte rey. En dicho acto intervinieron Julio Blanca y el Presidente de la Federación Insular de Fútbol, Antonio López Suárez, quienes se refirieron a las circunstancias del momento.

Luego tomó la palabra Aureliano Montero, quién hizo expresamente alusión directa al tema de la carencia de un estadio debidamente acondicionado, señalando que "no debemos conformarnos con unas reparaciones , sino exigir un complejo deportivo". Este discurso hizo encender la chispa de una lucha que no culminaría hasta tres años después.

 Apenas una semana después de esta charla, se celebró otro acto en el Círculo Mercantil, al que acudió numeroso público. En esta ocasión el argumento era sólo y exclusivamente "la necesidad de un polideportivo" en nuestra isla. Y tras el acto, una gran cantidad de aficionados y deportistas se sumaron a la iniciativa, apuntándose la posibilidad de crear una Gestora que se dirigiera a las autoridades locales. Luego, Topham en el semanario "Antena", y Montero en el "Diario de Las Palmas", se encargaron de dar la máxima publicidad a la petición. Pero las cosas no iban a ser fáciles...

- Negativas del Ayuntamiento y Cabildo

 El primer paso que da la recién creada Gestora de la Comisión pro Complejo Deportivo, es dirigirse al Ayuntamiento de Arrecife. Pero su alcalde, Ginés de la Hoz, les comunicaba que el consistorio no contaba con solares para construir polideportivos. ¡Primer jarro de agua fría!

Luego acudieron al Cabildo de Lanzarote, sabedores de que tenía "un enorme solar por Titerroy". Y según escribió Montero en sus memorias, un alto cargo del Cabildo (cuyo nombre omitimos), "lanzó una carcajada", y nos dijo 'ustedes están pidiendo un lujo; de polideportivo, nada de nada'".

La decepción fue tal, que Montero la expresó en una crónica periodística en todos los medios en que colaboraba: "¿Será posible que Lanzarote, isla de unos 40.000 habitantes, haya de permanecer pasivamente sin un trozo de terreno donde tengan expresión nuestras manifestaciones deportivas?". Y es que, lo que era la sociedad temerosa de la época, aquella gran manifestación de júbilo que mostraron numerosos aficionados y deportistas  durante los actos del Torrelavega y el Círculo Mercantil, se redujo sólo a 4 personas: el propio Montero; Agustín Hernández Corujo (ex-jugador del C.D. Lanzarote); Ginés Pérez Curbelo (por el Torrelavega y ex-árbitro de lucha canaria); y Tomás López Monzón (por el Lomo, sastre y aficionado). Estos cuatro señores tomaron una decisión quijotesca: "nada de un estadio con parches, nada de acobardarnos".

 

- Los cuatro "quijotes"

En enero de 1965 se celebró un pleno de la Delegación Insular de Fútbol, presidido por Antonio López Suárez, con la asistencia de los federativos Armas Stinga, Acosta Cruz, Montañés Martínez y Fernández Ramírez. En dicha sesión se informó de lo inevitable: los dueños del solar en que se asentaba el viejo "estadio", lo precisaban para construir viviendas (era el "boom" de la época), por lo que había que demolerlo.

Aureliano Montero volvió a emplear la pluma para denunciar lo que pensaba: "...hay que hacer los pasos que convenga, para no permitir nunca que Lanzarote, cuyo progreso turístico es bien conocido, sufra el castigo de tenerla en el olvido y alejada del interesante mundo deportivo. La juventud lanzaroteña lo exige, y ello implica grave responsabilidad".

Nuevamente los cuatro luchadores se dirigieron al Presidente del Cabildo, José Ramírez, con la intención de que cediera el enorme solar que había en Titerroy, para construir el Polideportivo. Pero Ramírez les explicó que ese solar estaba destinado para construir "unas cocheras (aparcamientos)". Tiempo después, Montero recordaría en una de sus crónicas que "se produjo un rechazo por parte del Presidente del Cabildo Insular, basado en motivos presupuestarios. Que no había los dineros necesarios". Téngase en cuenta que aquel solar (de 35.000 metros cuadrados) tenía un valor especulativo de unos 8 millones de pesetas (de la época).

 Tanto contratiempo sumió en la desesperación a los cuatro únicos miembros de la Comisión pro Conplejo Deportivo. Tanto que en la calle los conocían como "los cuatro personajes-quijote". Años después, Agustín Acosta publicó en el Diario "La Provincia", recordando estos hechos, que "miles de dificultades se tuvieron que salvar y el resultado no podía ser más halagüeño. Pero parecía que las dificultades servían de estímulo para que Montero, con renovados ánimos, luchase para la consecución de la obra que todos añorábamos".

Así fue que el viejo Estadio Olímpico fue demolido. Y los "cuatro quijotes" siguieron con su lucha, enviando cartas a las más altas instancias políticas, ya que las autoridades locales "habían pasado del tema". Máxime cuando la Federación Provincial de Fútbol (siguiendo su política habitual) no movió un dedo ni dio una palabra de apoyo. Pero las cosas pronto comenzaron a cambiar...