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Juan Francisco Ramírez

Político, profesión del s. XXI

Abogado, investigador y analista polítco

Juan Francisco Ramírez | 01 de agosto de 2018

 

El escritor escosés Robert Louis Balfour Stevenson (13-nov-1850 Edimburgo, Reino Unido / 03-dic-1894 Vailima, Samoa Occidental), licenciado en derecho por la Universidad de Edimburgo, nunca llegaría a ejercer la abogacía; refiriéndose a la actividad política como la única de las profesiones, para la que no se considera necesaria ninguna preparación; tal afirmación se sustenta en el contexto histórico concreto determinado, es decir, siglo XIX; sin embargo, Hoy, dos siglos después, no resulta suficiente el carisma o liderazgo político, para ejercer tal actividad; así se demuestra en las muchas desaciertos y corruptelas políticas llevadas a cabo por parte de diferentes  personajes, que arriban a desempeñar cargo político, sin mayor cualificación, más que mediante argucia de la utilización de una notoria astucia manipuladora; ello, a lo largo de la reciente historia ha causado tantísimo daño y el desapego y descrédito de tan noble actividad, ante gran número de ciudadanos que ven con indignación a la clase política actual; a título ejemplificativo, mientras un aspirante a ocupar un puesto de limpieza viaria, tiene que cumplir una serie de requisitos para optar a una plaza en cualquier consistorio municipal, puede que el alcalde que dirige los destinos del mismo sea una buena persona, pero, quizá, carezca de estudios o preparación alguna que le capacite o habilite para dirigir dicha institución pública; sin embargo, tal alcalde será el que finalmente signe la admisión del candidato escogido, tras el preceptivo proceso selectivo, para acceder a una plaza de empleado de la limpieza viaria. 

A sensu contrario; de manera acertada, tanto en el ámbito del funcionariado militar y/o el civil del sector público, según se trate, cual en referencia a cargos en la empresa privada, nadie podría optar a ocupar plaza de dirección o empleo, por menor que aquél fuere, sin que el aspirante al cargo cumpla con unos requisitos previos y preceptivos, ya sean de capacidades, méritos, aptitudes, titulación academica, cualificación, etc., que le hagan apto para acceder a la concreta vacante y/o la preceptiva plaza o empleo a cubrir.

Muchos podrán refutar, al respecto, arguyendo que el mundo de la política es totalmente diferente; por lo tanto, sólo basta con tener unas condiciones de buen líder; ahora bien, eso, itero, no resulta útil o meramente suficiente, especialmente en el mundo político de las últimas décadas, pues se constata con absoluta claridad, en muchos casos, la falta generalizada de liderazgo en la inmensa mayoría de los diversos y diferentes cargos políticos, salvo excepciones; cuestión incontrovertida y destacable, en todos los ámbitos territoriales de la geografía española. Actualmente, por razones obvias, en el mundo de la política se echa en falta líderes con capacidades innatas que les hagan aptos para servir de guías o referentes de masas. Por ello, la sociedad actual no puede continuar aceptando a políticos que dirijan instituciones públicas sin más requisito que el de la buena fe o el liderazgo, como único título habilitante para el desempeño de las labores políticas. Así, en los últimos tiempos, observamos, no sin asombro, la proliferación de buen número de cargos políticos, de todo signo y nivel social, independientemente de la nacionalidad, cuyos méritos para ocupar el cargo, “numerus apertus”, son exclusivamente algunas de las siguientes: a) Alteridad; b) Arte de la traición; c) Anti liderazgo; d) Manipulación; e) Mediocridad; etc. Por tanto; resulta apropiado comenzar a exigir una serie de requisitos académicos a todas aquellas personas que deseen y/o aspiren ocupar cualesquiera cargos políticos, más allá de la mera buena voluntad del aspirante. Ello, conllevaría la creación un título académico de corte universitario que dote al candidato a político de una mínima preparación, para que puedan afrontar con cierto nivel de garantías e integridad moral el puesto político, al igual que se exige a los funcionarios o personal laboral de las administraciones públicas, es decir, hace falta una “paideia” que incluya los valores éticos y formativos mínimos necesarios para poder aspirar al puesto político respectivo. En concreto, tras estudiar con detenimiento el tema expuesto entendemos debiere de exigirse, ya, fuere el ámbito de corte local, provincial, regional, estatal o supraestatal; cursos lectivos de uno, dos y tres años formativos, respectivamente, según las aspiraciones del futuro candidato político; quedan a salvo aquellos candidatos a profesional político que posean titulaciones universitarias: Derecho, Ciencias Políticas, Economía, Ciencias Empresariales, Graduado Social, Ingeniería, Médicina, Arquitectura, etc., en cuyo caso el candidato concreto, quedaría exento del preceptivo y previo curso académico de político, para poder optar a desempeñar cargo público político de cualquier clase o nivel.

Llegados a este punto, a manera de conclusión, afirmar la inexcusable y urgente conveniencia de legislar una norma, mediante la cual se regulen las exigencias o requisitos que deben reunir, ineludiblemente, todos aquellos que deseen desempeñar un cargo político; de tal manera habrán de tener una preparación y nivel de estudios, debidamente probados e indubitados, para acceder al ejercicio como profesional político (ministros, diputados, senadores, presidentes de cabildos insulares, consejeros, diputados provinciales, alcaldes, concejales, etc.); lo contrario, continuará siendo un campo abonado a los errores y las corruptelas de toda índole; bien sea por acción u omisión. A modo de ejemplo, por todos, para ejercer la medicina se exige realizar una carrera universitaria; otro ejemplo, un fontanero ha de poseer unos estudios de formación profesional que le habiliten para acometer las labores propias del oficio de fontanería; un soldado profesional, además de vocación, ha de enfrentarse a una serie de cursos para poder ascender en la carrera militar; para ejercer de  juez, previamente, ha de ser titulado en derecho y, posteriormente, superar una dura oposición, etc.; por lo tanto, queda claro que para ser político habrá de exigirse, incuestionablemente, unos determinados estudios habilitantes para desempeñar una tarea de máxima importancia, cual resulta la de dirigir la vida pública.

Max Weber, señalaría, en su obra titulada “La política como vocación y como profesión” [“Politik als Beruf, Wissenschaft als Beruf”, título original (1919)]: "La política está hecha con la cabeza, no con otras partes del cuerpo, ni con el alma”. El político más efectivo es aquel que puede excitar las emociones de la gente que lo sigue, mientras gobierna estrictamente con una razón dura y fría en la cabeza. Así mismo: Diría existen dos tipos de ejercer la profesión de político: a) o se vive para la política, o b) se vive de la política; por tanto, quién vive de la política hace de ella su vida, ya sea por convicción o motivaciones internas, ideales, etc.; y, el que vive de la política, es decir, hace de ella un medio para obtener ingresos constantes.

La sociedad desarrollada actual viene exigiendo, itero, habilitación adecuada para el desempeño de cualquier activada profesional; por lo tanto, la política requiere, al margen de vocación, estudios y conocimientos adecuados que habiliten al interesado para el ejercicio de político; independientemente se posean dotes naturales inherentes de liderazgo. Tengamos en consideración que, las empresas más importantes de cualquier país desarrollado son sus instituciones públicas; por tanto, su dirección requiere, ineludiblemente, personas preparadas para el desempeño de los cargos políticos de dirección o gestión en cualesquiera de las diferentes y diversas administraciones públicas, tal se les exige a los asesores políticos, personal laboral y/o funcionarial.  

Conviene recordar que, cualquier empresa privada para cubrir las vacantes, exige a los diferentes candidatos unos determinados niveles de cualificación acordes al cargo a cubrir; de lo contrario la empresa estaría arriesgando su futuro a manos de personas no cualificadas; tal sucede, desafortunadamente, actualmente en muchos casos, con los políticos a los que, hoy, incomprensiblemente no se les exige cualificación de ninguna clase, pese a la importancia y responsabilidades inherentes a la actividad política.

Uno de los grandes males de la política del siglo XXI, consecuencia de la incapacidad de la clase política, ha sido el desprestigio, desapego y, por consiguiente, un lógico desarraigo, inconsciente, de gran parte de los ciudadanos por sus respectivas patrias de nacimiento; todo ello, tras el auge de ideas prefabricadas desde los laboratorios de tanques del pensamiento (think-tank) al servicio de las grandes corporaciones trasnacionales del capitalismo (que no del capital), principales interesadas en cambiar las reglas del juego económico y político; para lo cual utilizan los denominados “lobbys” de presión, capaces de obnubilar a políticos poco preparados, que acatan o se aprestan allanándose a las pretensiones del concreto grupo de presión; todo ello, conforma parte de la globalización, conlleva, inexcusablemente, a la decadencia del modelo del estado-nación. En la Roma clásica, para los escritores republicanos como Cicerón, la patria era la “Res-publica” (la cosa pública). Con la aparición del Estado moderno, aquella idea de los romanos de la “patria communis”, se convierte en sinónimo de Estado.

Así mismo, resulta oportuno, por más incorrectamente político que algunos les parezca, hacer una apuesta decidida por recuperar la soberanía del estado-nación; aplicando para ello, entre otras medidas, la protección arancelaria, instauración de modelos de economía autárquica, que. protejan el desarrollo y la industria nacionales; por supuesto, sin eludir el normal intercambio comercial y cultural, estrictamente necesarios, con terceros países; debiendo reactivar y potenciar los sectores productivos nacionales especialmente el primario y el secundario. Todo lo demás, conllevará, a medio plazo, a la dependencia de terceros ajenos; consecuentemente, al empobrecimiento y la decadencia más absoluta de la nación en beneficio de poderes perfectamente exógenos.  

“La liberalización del mercado mundial se aceleró dramáticamente con las negociaciones de la Ronda de Uruguay del Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), en los años ochenta, que estableció un nuevo y radical sistema de reglas sobre el comercio mundial para regular la nueva economía global”. (William I. Robinson – Una teoría sobre el capitalismo global… o. c., p. 111)

«Cuando alguien abre las puertas de su casa sin ningún medio de control, estará exponiéndose a sufrir expolios y vandalismos de todo tipo» *

(Juan F. Ramírez (Abogado, Analista Político e Investigador)

 

* La cursiva es del autor.

Terminología utilizada:

ACTIVIDAD POLÍTICA: Conforme al tema aquí expuesto, entendemos como política la actividad directiva o de influencia sobre la dirección sobre una asociación política, es decir, el Estado, o inserir en aquél; hoy, podríamos ampliar a los órganos de dirección de carácter supranacional.

ALTERIDAD: Capacidad o condición para ser otro distinto

INSERIR: V. Transitivo; Incluir o introducir una cosa en otra.

PAIDEIA: Término utilizado por los antiguos griegos, referido al proceso de crianza de los niños, entendida como la transmisión de valores (saber ser) y saberes técnicos (saber hacer) esenciales y permanentes (inherentes) de una sociedad evolutiva y armoniosa.

SOBERANÍA: Facultad de un Estado para auto-obligarse y auto-determinarse, esto es, conducirse sin obedecer a poderes ni autoridades ajenos a los suyos. En este sentido, el Estado está provisto de una potestad sustantiva, suprema, inapelable, irresistible y exclusiva que actúa y decide sobre su ser y modo de ordenación. Dicha potestad no depende del exterior, es inmanente nace y se desenvuelve en el interior del Estado. Por lo tanto, podríamos decir que es una energía endógena. Así la medida en que el Estado es necesariamente soberano —puesto que la soberanía es uno de sus elementos esenciales— el orden jurídico suyo no deriva su validez de una norma superior de Derecho positivo. De lo dicho se infiere que la soberanía tiene dos elementos constitutivos: la supremacía y la independencia. (Enciclopedia de la política – Rodrigo Borja)

Lecturas recomendadas:

ARISTOTELES, “Política”, Madrid, Alianza Editorial, S.A., 2015

BENOIST, Alain (De), “Más allá de la derecha y de la izquierda”, Barcelona, Áltera, 2005, S. L., 2010

JEAMBAR, Denis y ROUCAUTE, Yves, “Elogio de la traición. Sobre el arte de gobernar por medio de la negación”, Barcelona, E. Gedisa, S.A., 2008

ROBINSON, William I, “Una teoría sobre el capitalismo global. Producción, clase y Estado en un mundo transnacional”, México, Siglo XXI editores, s. a. de c. v., 2014

SPENGLER, Oswald, “La decadencia de Occidente”, (T. I y II) Barcelona, Espasa Libros, S.A.U., 2011

WEBER, Max, “La política como profesión”, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007

WEBER, Max, “Sociología del poder”, Madrid, Alianza Editorial, S. A., 2012

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