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Ha muerto el campo

| 23 de junio de 2013

 

Ha muerto el campo, y no he visto ninguna esquela; tanta es su pobreza. Y ello, con ser el elemento más influyente en su economía en otros tiempos. Desde la creación del mundo, se ha llamado campo, y ha dejado de ser tenido como tal. La isla tuvo gran prestigio, cuando desde su redondez y pequeñez, daba de comer a medio mundo, a países y continentes. Entonces eran otros los políticos; ahora, se ha recrudecido el estado de colonia, y nos tienen reprimidos. Lejos de autoabastecernos, nos lo traen todo de fuera para redoblar nuestra dependencia, faltos de toda libertad como estamos. Pues, unos tiranos sin nombre nos someten y oprimen con extravagantes leyes y normas que nos paralizan y aquietan o paran en el más absoluto inmovilismo, desapareciendo los usos, costumbres, tradiciones y hasta la propia identidad desdibujada y mezcladas con las de todo el mundo. Tanto nos han cambiado, que ya ni parecido queda a lo que éramos o fuimos. Son cosas del colonialismo. Y ello, sin que surja el sentimiento de recuperar lo que fuimos y nunca debimos haber perdido. Todo se ha derrumbado. Y pensar vendíamos comida a medio mundo, y estábamos en el medio o centro del mundo por nuestros productos de inmejorable calidad. Ahora, ni siquiera se debate el asunto, tan drogados nos tienen con carnaval y fútbol, que idiotizada la sociedad tabaibera, embobada nada ve, sino goles y pinos que defienden a capa y espada, no dando sino fuego, y nada de ni que comer. Todo comenzó en los mal logrados años cincuenta, comienzos de nuestras desgracias; se dejó la agricultura, para que entraran aquí, todas las culturas, desapareciendo la nuestra. Han entrado todas, y ha desaparecido la nuestra. Han destruido nuestra Historia y pasado;  han desolado los campos (solo los pasean el miedoambiente, el cabildo y el seprona). Ahora vamos en vanguardia del paro, del hambre y la miseria. El cabildo es merecedor, por tal logro del premio Nóbel a la economía arruinada, destacando en ser el organismo mayor en multas por nada y sin motivo o razón, causando ya varios suicidios, pues marca la línea básica a seguir y que no es otra sino la de proteger (no al campesino) el campo del campesino, al que no lo deja tocar, y ni tampoco a ningún animal que éste tenga, desviando el cultivo a las escuelas donde los niños, y en la urbe entre los gases, humos y otras contaminaciones a lo que llaman huertos ecológicos. Ahorcando de forma dictatorial todo intento de volver al pasado, pues protegida la tabaiba y la retama, nada se puede hacer por donde ellas se enseñorean, que es en todos los terrenos de la isla y más. Cabildo pues, creador del mayor desastre jamás antes conocido, y sin parangón en el universo: que la tierra no se la pueda cultivar, por tenerla toda protegida con clasificaciones absurdas y ridículas, y tanto, que nos hace en una comunidad única por estrafalaria yen desmadre esquizofrénico de unos gobernantes que han perdido el norte y descerebrados, dan palos de muerte a la única que nos puede dar vida: la agricultura y a su inseparable ganadería, y todo para conseguir sus propios y particulares fines: engrosar sus ingresos a costa de multar al ya paupérrimo sector primario, donde se resisten sin poder tocarlo, los que por no tener a dónde ir, permanecen en él, sin poder tocarlo, pues le tienen prohibida toda acción propia del medio o sector primario. Donde se ha interrumpido la transmisión de la cultura propia con sus valores, ciencia y sabiduría. Y tanta es la cosa y tan grave, que de defensor de lo primario y su sector, se han convertido (los del cabildo y los suyos), en el mayor enemigo del campo y del campesinado, al que persiguen de forma inusual por presión omnipresente en vigilancia diurna y nocturna, en festivos y domingos, con sofisticados sistemas de observancia por aire y tierra, utilizando la venta de árboles frutales, para después multarlos por plantarlos sin permiso, y si para ello arrancaron alguna hierba mala, y sustituirla por el fruta (tendrán que pagar lo que en vida jamás dará el árbol en fruta), y tanta es la depresión, frustraciones y humillaciones, que cada vez son más los que se quitan de en medio, no yendo a otros países de emigrantes, sino a la otra vida o vida eterna, pues ya es más que grave, no dejen vivir del campo a los que viven en el campo y teniendo tierras de donde comieron y dieron de comer a tantos, sin que la tierra haya perdido su capacidad de producir, sino a más por tantos años de descanso o barbecho.

 

El Padre Báez.

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