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Francisco Javier González

APUNTES PARA UN CAMBIO DE CICLO FORZOSO (II). EL AZUCAR

Soberanista

Francisco Javier González | 22 de junio de 2020

Trapiche

El primer “producto de exportación” fueron los mismos canarios apresados como esclavos. Los mercados de carne humana de España y Portugal dan buenas noticias de sus nombres, procedencia, edad y precios pagados y en las notarías de las islas quedan las huellas de los sacrificios de compatriotas indígenas para su “ahorramiento” o liberación. Los esclavos también se utilizaron para mantener el primer cultivo de exportación: el de la caña dulce y la elaboración del azúcar, producto de enorme valoración en Europa.

Introducida casi al tiempo de la invasión europea por Pedro de Vera desde Madeira, tanto la caña dulce como los métodos de elaboración de azúcar con expertos portugueses, fue hasta mediados del S. XVI una producción en auge. Necesitaba de inversiones fuertes por los gastos que comportaba: terreno, agua, mano de obra especializada en el cultivo y en la manipulación, esclavos (canarios, imazighen y negros), madera como combustible, trapiches, ingenios… pero resultaba atractiva por una muy alta rentabilidad a su venta, duplicando y hasta triplicando los gastos de explotación en los mercados de España, Flandes, Génova y Francia principalmente.

Fue la primera experiencia del incipiente “capitalismo colonial” captando capitales, especialistas y mercaderes de los países destinatarios, sobre todo flamencos y genoveses. El desarrollo de este producto fue muy alto en las islas de Gran Canaria, Tenerife, Palma y Gomera. En Gran Canaria llegaron a funcionar unas dos docenas de grandes ingenios como los de Agaete, Galdar, Arucas, Guiniguada, Firgas, las Tirajanas, Telde…incluso algunos que dan nombre actual al lugar “Ingenio”. En Tenerife destacan los de Realejos, Orotava, Daute, Garachico, Icod, Taganana… en Palma los de Argual, Tazacorte, San Andrés…En Gomera los dos de Hermigua y, entre otros el del Puerto del Trigo en Alojera, propiedad -hasta que Alonso de Lugo los expropió- de los hermanos romanos Blasino y Juan Felipe Plombino,  ingenio que nos ha dejado el nombre más bello, evocador y hasta misterioso de todos los de esta industria “El lugar donde anocheció y nunca amaneció”. El carácter netamente exportador de este cultivo se pone de relieve en la legislación de la época que pena a los que dañen cañaverales, o la que impide la venta local del azúcar blanca que se destina solo a exportación a Europa y la estricta reglamentación en cuanto a calidad del producto.

Como va a suceder en todos los ciclos económicos posteriores, la experiencia obtenida en Canarias se trasladaba a otros territorios coloniales con menores gastos de explotación provocando una decadencia económica progresiva al tener que sustituir el producto. La catástrofe social que eso causaba se resolvía por la corona española con la salida, forzosa o voluntaria, de una buena parte de la población hacia los territorios coloniales americanos. Las Antillas, Marruecos y Brasil, sin los condicionantes canarios de nuestra escases de suelo, agua y combustible vegetal, fueron los que heredaron la experiencia canaria en los ingenios azucareros, apoderándose de los mercados.

La caña dulce, con el reinado de Felipe II, comenzó su decadencia al no poder el azúcar canario competir en precios con el indiano que, puesto en España, resultaba casi a la mitad del precio del isleño. Muchas tierras fueron quedando poco a poco balutas y los señores, propietarios de la mayoría fueron sustituyéndolas por la viña, con muchos menores costes de producción y muy adaptada a las condiciones del suelo y el clima. Otra buena parte de estos terrenos se entregan a campesinos libres o a criados de los propios señores en régimen de “medianería”, régimen que subsiste hasta hoy en día.

La caña pasó a un segundo término sin grandes crisis. Hasta hace muy poco tiempo subsistían plantaciones numerosas como las de Los Sauces en La Palma o Tejina en La Laguna para fabricar ron. Yo mismo llegué a conocer en La Laguna el trapiche colocado al final de la calle San Juan hasta mediados los años 50. Las cañadulces las traían desde Tejina y Valle Guerra apiladas, en camiones abiertos por detrás y protegidas por un hombre armado con una de esas cañas con las que repelían el ataque de la chiquillería lagunera que esperaba su llegada al final de la Carretera de Tejina. Algún cañazo recibí en esos trances y, desde luego, la caña sobre las costillas no parecía tan dulce.  También estaba el trapiche que la COCAL tenía en Tejina para fabricar su ron blanco.

Francisco Javier Glez.

Canarias a 22 de junio de 2020

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