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Isidro Santana León

¡Gama!

Comentarista de Opinión

Isidro Santana León | 15 de noviembre de 2013

 

Nunca tuve esperanza en que los gobiernos compuestos por C.C. y sus socios españoles, PP o PSOE, defendieran los intereses de Canarias como nación y menos los derechos históricos y sociales de nuestro pueblo.

La inestabilidad política, creada aposta, bajo el pretexto de está “crisis”, para desmantelar lo llamado público, ha puesto a flor de piel, como nunca antes, las contradicciones y antagonismo entre la metrópoli y su colonia. Un gobierno como el de Canarias, que se autodenomina nacionalista, debió y debe aprovechar esta coyuntura para ejercer y exigir lo que el pueblo canario está demandando silenciosamente –y aunque no lo comprenda es la independencia, la única solución que tiene nuestra nación– asunto que, mediante los mecanismos de sondeos y Servicios de Inteligencia, conocen a la perfección el Gobierno, la oposición y la Jefatura de la metrópoli. Los poderes antes mencionados, ven claramente la irremediable secesión que se le avecina, de las muchas naciones que componen el engendro español, estando más en el filo del cuchillo su colonia, por ser la nación más irracionalmente forzada a la anexión: un territorio en otro continente, fuera de su jurisdicción marítima, tomado por las armas y revestido de español y europeo con el eufemismo de RUP (colonia). No obstante,  lo subyacente es inexorable: la identidad del pueblo canario. Esencia que no se puede extinguir, porque es el alma y el arma de nuestra nación y sobre la que, durante siglos de inoculación españolista, han machacado para diluirla, sin poder lograrlo. Sin embargo, los “representantes” políticos del pueblo canario actúan ante la circunstancia de forma diametralmente opuesta a la intrínseca necesidad de nuestra gente, coadyuvando a la metrópoli en su gestión depredadora e inhumana, que ha mandado a los canarios directamente a la pobreza, como estado más llevadero, y a la miseria, marginalidad y muerte a otra parte de nuestro pueblo.

Hoy más que nunca, queda al descubierto el ejercicio de esta taifa de mafiosos, a los que Canarias y su pueblo les importa un carajo, mas, al contrario de oponerse al desprecio que el gobierno de la metrópoli le hace públicamente a nuestra nación, el padrino de la familia acude a besarle los pies de un monarca corrupto, dispuesto a darles las novedades de la colonia y prevenirle de que la situación es muy rara y por ello necesita algunas migajas para consolar a los súbditos.

Por muchos amagos de rebeldía autorizada que el señor Rivero haga a la metrópoli; por muchas fragilonas amenazas que salgan de su boca para aparentar que está muy cabreado con el trato que España le da a Canarias, todo es un paripé para que creamos que a él también le duele su patria, cuando lo único que le inquieta es el perder el chollo del gobierno, igual que al cortejo de parásitos que le rodea, e incumplir los tratos con sus amigos importadores a quines beneficia con el REA y a algunos constructores y gente poderosa que también influyen en la política de gobierno que lleva a cabo.

El Presidente del Gobierno colonial, acatando las directrices de un sector de su partido,  jalea y llama –timorato– al pueblo ignorante a salir a la calle, para hacerlo cómplice de su juego. Toda esta comedia va enfocada a las próximas elecciones, con miras a reforzar su feudo electoral, subvencionando también a algún grupúsculo independentista que se presta al juego, aunque aparente antagonismo, y con el cuento de que si tuvieran mayoría en el gobierno y en otras administraciones podrían ejercer una verdadera política nacionalista. Lo cierto es que, sin necesidad de que nadie lo jalee, en cualquier momento inesperado, al no poder soportar más la situación fascista, depredadora e inhumana a que le han llevado, este pueblo, de forma súbita, diga: ¡Gama! (basta ya) Sabemos que la metrópoli necesita en la colonia un gobierno que se haga llamar nacionalista y que sea la herramienta de confusión para no dejar vertebrar ni efervescer al independentismo genuino, el cual, a pesar de su atomización, falta de disciplina y de estructura orgánica, sí estará con las mismas demandas del pueblo para dirigirlo por un camino diferente al que, el seudonacionalismo, lo ha hecho andar y equivocarse: a España le interesa en Canarias ese nacionalismo rastrero y entreguista.

Con toda modestia, en otros escritos le he indicado al señor Paulino Rivero el camino útil para la solución de nuestros problemas, ruta que además él conoce. Sin dudarlo, afirmo que es la única solución posible para el asunto de las prospecciones petrolíferas, para la delimitación de nuestras aguas, para que nuestros recursos se queden en nuestro país, para poder vertebrar nuestra economía y diversificar los sectores productivos, para que los canarios gocen una vivienda digna, tengan un trabajo bien remunerado proporcional al PIC de la nación, una sanidad de primer orden, una enseñanza de calidad, un medio ambiente mimado y respetado por educación y conciencia, en definitiva: una sociedad de humanizada para todas las generaciones presentes y venideras.

Conoce él que la vía legal y legítima es llevar la cuestión canaria al Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas, pero el problema que nos causa el señor Rivero es que no quiere oír, porque su cobardía se lo impide. Cual vasallo, le confesó al Borbón que no se preocupara, que siguiera matando animales y parasitando a costillas del pueblo, que de su mano estaría el control para que Canarias continuara siendo posesión de España. En ese momento no estaba en su pensamiento el sufrimiento de su pueblo, sino que, sumiso, esperaba el aplauso de un personaje de sangre azul, con unos antecedentes públicos, inapelables, negros, de “apaga la luz y vamos”, y anhélito de algunas migajas para poder seguir ejerciendo de mayordomo de la colonia.

Reconozco que algunas veces he sido descortés y hasta grosero con este hombre… le he llamado públicamente: cobarde, esbirro, lacayo, rastrero, traidor, vendepatria, reptil, pendejo etc. Igual no, seguro que no tengo derecho a insultarle de esa manera, y por eso espero de usted, Sr. Don Paulino Rivero, un solo acto que no mantenga relación con los calificativos antes mencionados, por lo que, si practica el antónimo de lo expresado en cada calificativo, le pediré perdón por cada uno de ellos. Desgraciadamente, creo que no dará usted la talla porque ha demostrado que es una ignominia y una ofensa para el pueblo canario, ante el que exhibe una megalomanía y narcisismo, no sé de qué ni por qué, enfermedad que se le esfuma veloz desde que le besa las asquerosas patas al Borbón, tan sucia como su servilismo, pero ejecutando una tiranía sutil y absoluta con el pueblo desgraciado, al que se atreve a mirar con altivez. No sé cómo vive su familia, sus hijos, su cónyuge, sus hermanos y demás familias, solo me lo imagino, pero le aseguro, y usted debería saberlo, que en nuestra patria hay hermanas y hermanos que se acuestan sin comer, que duermen sobre cartones y que la inmundicia de su despreciable política les ha llevado a un sufrimiento que ni se lo han buscado ni se lo merecen. No le deseo el mal a nadie, pero a usted, por sinvergüenza, abusador y mamón, le pronostico un futuro y una historia de mierda –como la de todos los presidentes coloniales que hemos tenido en la patria– y le veré, si esta patria se libera pronto de España, como decía Pedro Lezcano, cogiendo la maleta. Es el último favor que se le podrá hacer a un bastardo apátrida e insolidario.

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