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José Luis Poyal Costa

  21 DE DICIEMBRE DE 2015

Doctor en Derecho, Licenciado en Periodismo, Profesor Universitario.

José Luis Poyal Costa | 20 de diciembre de 2015

ASSOPRESS

 Dentro de unas horas las urnas darán el veredicto a unas elecciones generales que se han distinguido por la presencia de cuatro partidos políticos de alcance nacional, disputándose la mayoría de votos para alcanzar el poder, o al menos los suficientes para condicionar la constitución del Gobierno que inicialmente indican las urnas. Unas elecciones que ya han sido calificadas como las más reñidas e imprevisibles de la democracia, de tal manera que estos comicios van a representar una experiencia inédita.

El acusado diferencial entre las ofertas de los partidos: PP, PSOE, Cs y PODEMOS, abre un abanico de expectativas de resolución preocupantes. Por un lado,  la continuidad de un Gobierno del PP con algunos apoyos coyunturales y por otro, los intentos de gobernabilidad a partir de coaliciones izquierdistas de carácter  populista  y contaminadas por grupos antisistemas. El PSOE se puede encontrar en la gran encrucijada de su historia. Lo más positivo quizás sea que los partidos nacionalistas pierdan su condición ventajista.

De las once elecciones generales celebradas en España desde 1977, en seis no hubo mayoría absoluta y en consecuencia la gobernabilidad fue posible por pactos postelectorales. Si nos atenemos a las últimas declaraciones de los líderes más destacados, los pactos aparecen como una opción muy problemática y cambiante.

Desde una postura realista, pero de última hora, los resultados de las urnas pueden empujar a una representación en el Congreso sin hegemonías claras y a una heterogeneidad de múltiples matices ideológicos que acentuarán los riesgos de ingobernabilidad.

Hay mucha coincidencia analítica en señalar que España, desde mañana mismo, tendrá que ensayar el modelo italiano, prototipo de la  inestabilidad “perdurable”, pero que a los italianos les funciona  por la propia idiosincracia pactista del país. Cualesquiera que sea el signo de las posibles coaliciones, la próxima legislatura  apunta a un Gobierno en precario, a merced de perder cualquier votación. 

El calendario electoral señala para el 13 de Enero la constitución de las Cámaras, fecha a partir de la cual se inicia el proceso para nombrar el presidente del Gobierno. A falta de un acuerdo de gobierno o de investidura en primera vuelta, la mayoría simple de la segunda votación podría dar lugar a un débil Gobierno, sometido a los vaivenes de la legislatura  que podría desembocar en elecciones generales anticipadas.

No es este el mejor escenario para afrontar los problemas reales que tiene el país, aún reconociendo los logros conseguidos. Valen los principios renovadores pero el pragmatismo recomienda prudencia y menos demagogia. Por ejemplo: todos los partidos se han comprometido a  crear empleos para combatir el paro. Magnífico empeño, pero los puestos de trabajo los crean las empresas, el talento y la laboriosidad de la sociedad civil. Pensar que los índices de paro se pueden reducir con el BOE o por acuerdos municipales no se ajusta a la realidad. 

También habrá que definir una política estable para la educación y sentar un régimen de pensiones por encima de las turbulencias y sobresaltos. Si se  añade el tema territorial y el desafío soberanista, ya hay suficiente tarea para calificar de muy difícil a la legislatura que ya se está equiparando en dificultad a la primera de la Transición.

Con un inconveniente añadido, que entonces había ilusión  y ahora predomina el escepticismo y el desasosiego. Mal clima social para un Gobierno inestable.

 

(*) Periodista. Historiador. Profesor Universitario

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