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Juan Francisco Ramírez

Educación pública y de calidad. Modelo a copiar: Finlandia

Abogado, investigador y analista polítco

Juan Francisco Ramírez | 25 de agosto de 2013

 

Estamos asistiendo a un rápido retroceso en las mejoras sociales alcanzadas, trastocando cuestiones que deberían ser inmutables e innegociables en el tiempo; nos estamos refiriendo al sistema público educativo.

Breve repaso de la historia de la educación pública. Originalmente, se abrió durante el renacimiento humanista, aunque exclusivamente dirigido a las clases sociales superiores.

Los grandes promotores de la educación pública en el siglo XVI,  serían Martín Lutero (1483–1546); en 1524 se planeó un sistema escolar, declarando que era deber de las autoridades civiles el proveer escuelas y el velar por que los padres enviaran a sus hijos a ellas. También apoyaba el establecimiento de escuelas primarias para la educación femenina. Y, Philip Melanchthon (1497–1560) Creador de la palabra psicología “el estudio del alma”; por lo tanto, durante los siglos XVII y XVIII, estaría en manos del clero. La educación pública fue un logro alcanzado que estaría, inicialmente, al servicio de la nobleza y de las clases pudientes.

De hecho, el término “snob” (sin nobleza, o inferior en clase), estaba grabado en los asientos destinados a los alumnos que no pertenecían a dicha categoría, es decir, correspondían a los hijos de los nuevos ricos hacendados mercantilistas, o burgueses que comenzaban a enviar a sus vástagos a los colegios de los nobles, comenzaron admitir por necesitar el dinero, para que adquirieran los conocimientos que se les negaba a los que carecían de recursos económicos; aún así, existían diferencias de clases.

Luego, tras la Revolución francesa se institucionalizaría la enseñanza pública obligatoria para todos los ciudadanos. Siendo los principales proponentes de la enseñanza pública democrática: Commenio, Fichte, Pestalozzi, y Condorcet, éste último diría: “La educación es el principal factor compensatorio de la desigualdad social”.

En el caso español, es de destacar la figura de Francisco Giner de los Ríos  (Ronda – Málaga 10-10-1839 / Madrid 17-02-1915). Siendo el Partido Socialista español, en 1918, el que inicio la democratización de la enseñanza.

La escuela comunal o “common school”. Sería a finales del siglo XIX, bajo el mandato del Presidente de Estados Unidos de América, Thomas Jefferson,  cuando se instauró la escuela pública, señalándose que la educación debía ser pagada por la sociedad para que todas las personas tuvieran acceso a una educación laica y gratuita, denominándose enseñanza estatal.

Actualmente, y, concretamente, respecto al caso de España, asistimos a la expulsión del sistema educativo universitario de las clases menos favorecidas económicamente, con el pretexto de crisis económica; crisis que, por otro lado, ha sido provocada por parte de los mismos que proponen la reforma del sistema educativo, con excusas tan banales como la falta de dinero, mientras se incrementan presupuestos en el gasto militar, y se permite la existencia de fortunas que tributan al 1%, las denominadas sociedades de capital de inversión variable (sicav),  o se mantiene una estructura estatal inapropiada e inoperativa  (Diputaciones Provinciales y el Senado); consentimiento del desvío de capitales a paraísos fiscales; venta de empresas públicas rentables (Telefónica, Transmediterránea, Iberia, Argentaria, etc.); construcción de infraestructuras inoperantes (Aeropuerto de Castellón, Albacete, Badajoz, Ciudad Real, Huesca, etc.); líneas de AVE inviables económicamente (Toledo – Cuenca – Albacete;  Madrid – Valladolid, etc.); Palacios de congresos y otras obras faraónicas: PC de Oviedo, PC de Huesca; Museo Pablo Serrano, Zaragoza; Cúpula del Milenio, Valladolid; etc. En conclusión, muchos miles de millones de euros del erario público que se han destinado a obras sin sentido práctico y rentable; mientras, nos dicen que hay que reducir el gasto en educación y sanidad (…)

En fin, mientras algunos piensan que destinar dinero a la educación pública por parte de un Estado, resulta la mejor inversión (Finlandia);  otros, como España, piensan que destinar dinero a la educación pública es un gasto. E ahí, la gran diferencia entre una sociedad desarrollada económica y socialmente y otra atrasada o poco desarrollada.

La educación es un bien de carácter esencial y, por tanto, no debería estar en manos privadas, pues el Estado ha de proveer una enseñanza igualitaria y sin distingos de ninguna clase, salvo el de la capacidad del individuo por su propia naturaleza. Lo demás, hará aumentar las desigualdades ya de por sí existentes desde el nacimiento, ya sean de tipo genético como económico, y, si bien es cierto, que las diferencias de carácter genético no podemos alterarlas, las económicas sí se pueden compensar al que carece de los recursos suficientes, por haber nacido en el seno de una familia trabajadora o de clase media, y, eso es función de un Estado democrático.

Por tanto; debemos exigir una educación pública de calidad, es decir, dotada de los mejores recursos humanos y materiales; de tal manera, que la educación pública ha de ser la de mejor nivel educativo, y no al revés como sucede en España, que la educación privada o concertada está, increíblemente, mejor dotada, cuando debería de ser todo lo contrario. La educación no es una cuestión de un grupo de gobierno determinado, es cuestión del Estado, y éste ha de velar por el interés general.

Por otro lado, hay que mencionar que en algunas tertulias he podido escuchar, con cierto asombro, cómo algunos de los tertulianos de turno, se pronuncian a favor de la importancia  de los idiomas, como sí ello fuese la panacea. A esos me dirijo, indicándoles que los muchos emigrantes españoles del siglo pasado, se fueron a trabajar en el sector servicios (camareros, limpiadoras, sirvientas, mecánicos, etc.), con bajos niveles de conocimientos y, por más hablar idiomas eso no les hizo más inteligentes. La inteligencia está en una educación de prosecución en la obtención de conocimientos de calidad, y, sí además, se domina otro idioma, como sí se aprende a tocar un instrumento musical, conducir o a pilotar una nave, mejor. Pero la importancia, está en el intelecto no, reitero, en el conocimiento de uno u otro idioma.

Hay que señalar, que la necesidad de conocer idiomas es propio de ciudadanos que se ven obligados a buscarse la vida en un pueblo extranjero, más desarrollado que el propio, pues en su País de origen no se lo permiten los mediocres, que prefieren ser más siervos de los de fuera, que dueños respecto de lo suyo.

De igual manera, produce asombro escuchar a ciertos personajes de medios, frases como que el presidente español (el que fuere) no sabe hablar inglés, alemán, u otro idioma y, por ello, no está a la altura; mientras, jamás he visto o escuchado a un presidente de un país desarrollado (Alemania, Francia, Gran Bretaña, E.E.U.U., Rusia, China), cuando viene a España dirigirse en español, pues ellos son presidentes de su país, y, para eso están los traductores. Es decir, no tienen mentalidad servil, sólo los países inferiores se preocupan del idioma, cual se tratase de algo sublime y, ello, fuese un signo de de excelencia en conocimientos; nada más lejos de la realidad.

“Si queremos un país avanzado y desarrollado; debemos exigir a nuestros gobernantes una educación pública de calidad, para todos por igual. El modelo de la educación pública a seguir, es el de Finlandia.

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