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Padre Báez

Se espera en el campo

Sacerdote y escritor

Padre Báez | 07 de julio de 2013

...que se rompan los candados que lo cierran (miedoambiente-seprona-cabildo) y que se pueda volver a trabajar -como siempre fue- en el mismo. Pasan los años, y no se ve la luz, ni una rendija, sino cada vez más oscuro el panorama. Para todo hay que pedir licencia, hasta para lo más anodino, y en 99,99 % de los casos, no te dan permiso; te lo niegan todo, aduciendo miles de leyes y sus artículos. Las tierras mientras, se apelmazan, se endurecen, se petrifican... Desde que se nace, se ponían los pies en la tierra, en ella se jugaba, se aprendía el arte y la cultura del agro (del campo), se trabajó en él, hasta que llegó el turismo y el cabildo se dedicó a poner la isla del verde de sus bosques, y aún no han parado de plantar, robando tierras a sus dueños, a la siembra y al ganado. Se era feliz. Ahora, sin horizontes. No hay quien salve el campo. Y la gente del campo, lo ama apasionadamente. Han destrozado los cimientos de la economía, la comida. Se era libre en el campo; ahora, todo es delito (salvo el 0,01 %). Es decir, casi nada: todo es sancionable. No hay ya paz en el campo, donde reinaba la alegría. Se respetaba y aprendía de los mayores. Se estaba abierto al cielo. Salían también universitarios. Pero, ¡cuántas adversidades! Hemos tenido que renunciar al sector primario (se lo han trasladado al turismo -que ya no viene-, y le siguen plantando pinos [las tabaibas y retamas, se multiplican solas]). Es, lo único verde. Antes: higueras, castañeros, nogales... Hemos tenido que renunciar a nuestra cultura,  y hemos aprendido a vivir en el paro, teniendo el tajo; pero, no se puede dar un mochazo, porque vigilado, ¡multa que te pego! Y, necesitamos la tierra, sin cortapisas, sin miedoambiente, sin el seprona, sin el cabildo. Más que confundido anda el campesinado, que tiene que renunciar a su origen, a su identidad, a su tradición... Si miramos hacia  atrás, veríamos cómo siempre -y en todas partes- la agricultura y la ganadería fue y es lo primero y más importante; pues de ellas, la comida (¡y el trabajo, sin paro!). ¿Qué interés se sigue, con la protección del campo y sus basuras (hierbas malas y estériles, algunas venenosas como la tabaiba, el cardón, etc.)? Se está perdiendo un muy rico vocabulario, propio de las faenas y sus aperos, con expresiones, refranes, romances, cantos, etc. Trabajos, que llenaban las vidas; actividades tan variadas como completas. La ayuda al que tenía una faena mayor, todo solidarios. Valores que se pierden. Sabiduría milenaria, que desaparece. No, no se sabe qué futuro nos aguarda, pero no es –ciertamente halagüeño-. Se borran los caminos. Y todo era nuevo. Cabíamos todos en el campo (ahora, nadie). Se vive en estado de guerra real, sin armas (por nuestra parte). Reprimidos. Acosados. Multados. Vigilados. Ha llegado el hambre. Se sobrevive a duras penas. No se vive. No hay seguridad; se es vulnerable. Pastores ya no quedan (solo unos pocos ancianos con más de 80 años, y reducidos sus rebaños). Y no es añoranza, es el pasado interrumpido absurdamente, por unos políticos egoístas, que tienen en la importación sus negocios, a los que si nuestro campo produjera, se les venía abajo el chollo...

 

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