00:00 h. viernes, 29 de marzo de 2024
Rafael Delgado Perera

La decadencia de la cultura del trabajo

Articulista de Opinión

Rafael Delgado Perera | 16 de agosto de 2016

 
  Foto propia: Trilla en Acusa-Artenara-Gran Canaria Cierto es que desde que estalló la última crisis las islas empezaron a mostrar la cara más fea de la misma, como consecuencia de la debilidad estructural de la economía canaria siempre basada en el monocultivo, siendo la última y presente la caída de la construcción ligada al turismo, (éste último con su influencia, en muchos casos nefasta, sobre la identidad de este pueblo), siendo la actividad más perjudicial de todas por arrasar no sólo el suelo disponible cultivable, hoy con los tractores puestos a punto para utilizar, en interés de los grandes propietarios, la anunciada nueva Ley del Suelo, la llegada sin control - incluyendo presuntos fundamentalistas de oriente medio- y sin regulación alguna de una inmigración al socaire del mismo, la producción de basuras y aguas negras a niveles incalculables con vertederos por doquier, etc. etc. Esta crisis tiene lugar en un contexto en el que no se ha propiciado y desarrollado la más mínima diversificación de la economía y cuando se escribe o habla sobre ello, siempre escuchamos la cantinela que diversificar la misma lleva mucho tiempo...Siendo ello así, también no es menos cierto que lo que no se comienza no se termina, y así llevamos desde siempre. La realidad es que a pesar de los beneficios fiscales que ha generado la RIC cuya misión parecía ser sobre todo "promover el desarrollo económico y social del Archipiélago a través de la diversificación de su estructura productiva", nos encontramos con que ello no ha sido así, por la inexistencia de empresarios industriales, por nombrar un sector, que podría generar trabajo estable y mejor remunerado. La llegada de turistas al archipiélago, a pesar de las cifras records que se están alcanzando, vemos como éste no absorbe a la masa trabajadora canaria disponible, empero de la sobre-explotación a que se ven sometidos los que emplea el sector, la eventualidad, precariedad, sobrecarga laboral, horarios abusivos y salarios de miseria. sin olvidar que los empresarios prefieren a los trabajadores foráneos de todo tipo. Pasado los siglos de hambrunas y pobreza extrema, que los viajeros ingleses, alemanes, etc., como la viajera y escritora inglesa Olivia M. Stone dejó constancia en su libro editado en 1887 ó la hambruna más cercana en el tiempo después de la Guerra de España, donde se podían ver a muchos canarios que para mitigar el hambre recurrían a comer tunos indios. Hoy vemos como estos políticos coloniales se escandalizan y protestan cuando se emiten a través de la televisión o medios escritos, imágenes u opiniones nada favorables a como se nos ven desde fuera, algunos de forma bastante grotescas, también hay que decirlo, como la pequeña obra de viaje titulada "Diablo de Timanfaya/Islas", con el revuelo que suscitó y que por supuesto no recomiendo para no perturbar sentimientos felices. Por otro lado no dejo de percibir como se promociona las fiestas desde el poder: Ayuntamientos donde las concejalías de festejos son de las más apetecidas y prestigiadas por tener un mayor reconocimiento social y desde el Gobierno Autónomo Colonial que tiene como umbral cultural la promoción de fiestas, como sus últimas parida: "Ir de Belingo", besar y abrazar al turista, etc. Todo parece una Arcadia Feliz, donde no existe ni paro ni exclusión social ni fracaso escolar, etc. etc. Dos mundos opuestos en uno sólo. Todo menos un fortalecimiento de la sociedad civil bajo otros parámetros. Así las cosas, por parte de los gobernantes en sus distintos niveles y funciones, pasan el tiempo en como intentar divertir al pueblo, convirtiendo a las islas en un parque temático o jardín de infancia, de fiestas con nombres y denominaciones de todo tipo: Carnavales que se extienden a lo largo de meses (hay un político que propuso que se mantuviese prácticamente durante todo el año como atracción turística), elección de multitud de "reinonas" y "mÍsteres, campanadas de fin de año a mitad de agosto, andaluzadas coloniales como la Fiesta de Rocío, romerías incontables en cada esquina, con utilización de animales vacunos de la raza del país, antaño productor, sustentador de alimentos y trabajos de labranza y hoy utilizado para tirar de carrozas fiesteras, etc.etc. Evidentemente se ha impuesto la cultura de la fiesta, la del trabajo está en decadencia, y mira que lo siento por los que están en paro, los que sobreviven con una paga paupérrima o los marginados por la llamada Ley de Dependencia, pero son estos gobernantes coloniales los que han sido elegidos por el pueblo. Parece que el trabajo ya no dignifica al hombre. Ya todos somos el realzado Hidalgo Don Quijote que siempre estaba montado en el caballo buscando fortuna sin tener que trabajar y cuando se bajaba del Rocinante era para descansar. En esta cultura a la fiesta parece que ya todos somos hidalgos y si conseguimos un trabajo ó trabajamos pasamos a ser villanos y como tales se nos explota. Antes que nada hay alienarse e intentar divertirse y el que venga detrás (posiblemente hijo de foráneo de alguno de los cinco continentes), que arree. Pero claro, existe hoy una excepción a lo anteriormente dicho y es la aparición de los móviles, tótem llenos de caricias, con los que no sólo podemos demostrar nuestra capacidad intelectual sino la destreza de los dedos de las manos, una forma nueva de "trabajar" mientras se viaja en guagua sin ver por dónde se va o sencillamente paseando o estando sentados a la espera de que nos atienda el médico. RAFAEL DELGADO PERERA Agosto 2016
Autores de opinión
Facebook