Rosa Montero: “Escribir es darle al dolor un sentido que no tiene”

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“Estoy sobrepasada”. Una parte del público que asistió a la conferencia de Rosa Montero, dentro del ciclo El autor y su obra. Encuentros con creadores, tuvo que escucharla de pie. Se desbordó el aforo en Taro de Tahíche, la sede de la FCM, “una Fundación de prestigio internacional, un modelo de lo que debe ser una Fundación cultural”, en palabras de la escritora.

Montero no habló de periodismo, sino de su escritura narrativa. “Soy una escritora orgánica”. Con cinco años ya escribió un cuento sobre ratitas que hablaban. “Siempre me recuerdo escribiendo, es tan necesario como beber”. La escritora nunca ha dejado el periodismo, su oficio, porque considera que hay que vivir de otra cosa que no sea la ficción para garantizar que no se escriben libros mal hechos o innecesarios, pero aseguró que “no podría vivir sin escribir ficción pero sí podría vivir sin escribir periodismo”.

Pero por el camino hizo otras cosas. Estudió Psicología “porque creía que estaba loca”, hizo teatro, fue hippie y pensó en irse por el mundo. “Si lo hubiera hecho, hoy podría ser camarera en Canberra, eso sí, una camarera en Canberra que escribiría”. Recordó que Vargas Llosa asegura que lo más importante que le ha pasado en la vida es aprender a leer “y eso conlleva aprender a escribir, porque los escritores primero somos lectores. En los últimos años ha preguntado a unos trescientos escritores qué abandonarían, si la escritura o la lectura, si tuvieran que elegir. “Salvo dos, todos seguirían leyendo”, aseguró, porque “dejar de leer es la muerte instantánea”. “Cuánta fe y cuánta esperanza hay en el hecho de leer y escribir”.

Esta última afirmación la demuestra el caso de John Clyn, un monje irlandés del siglo XIV que escribía la historia de sus compañeros mientras iban muriendo de la peste bubónica y que acabó dejando un espacio para que alguien relatara su propia muerte. “Gracias a eso conocemos la historia de la peste; estaba al borde del abismo y escribía porque escribir es una arma poderosa contra el horror”. O como decía Pessoa: “La existencia del arte es la muestra inequívoca de que la vida no basta”.

A partir de este punto de la conferencia, la escritora enumeró varias razones por las que los escritores escriben, por qué no se conforman sólo con leer y tienen que encerrarse durante años, horas y horas, a inventar mentiras.

La primera de las razones es que los lectores tienen “una fisura que no encaja con el entorno y nos hace falta un puente”. “Pues los que escribimos tenemos una fisura mayor”. La segunda: “Solemos ser personas más disociadas que la media o más conscientes de ello”. Las razones científicas darían la tercera. Una universidad húngara hizo un estudio sobre el considerado gen de la creatividad, llamadoneuregulin 1. El quince por ciento tenía dos, del padre y de la madre, y esas personas, además, tenían mala memoria, más tendencia al desequilibrio psíquico y una susceptibilidad tremenda a las críticas. “El retrato robot del artista”.

La imaginación del novelista —una especie de delirio— marcha sola, no se controla. Aparece sin querer. “La mayor parte de esas imaginaciones no va a ningún sitio —según Montero— pero alguna sí, y cuando te conmueve tienes que compartirlo, contarlo. Ahí nace una novela”. “Las novelas son sueños que el escritor sueña con los ojos abiertos”.

Otra razón para escribir: “Estamos más obsesionados por la muerte y el paso del tiempo que la media”, y “si estás lleno de la conciencia de la muerte, también lo estás de la conciencia de la vida”.

Y otra más. Por su experiencia como lectora de biografías, y de biografías de narradores, llega a la conclusión de que la mayor parte “tiene una experiencia de decadencia antes de la pubertad”, terminó su infancia de forma abrupta. “Si tienes una herida temprana aprendes lo que hace el paso del tiempo... y escribimos para parar el tiempo”. Lo dicen de otra forma el psicólogo Philippe Brenot: “Del dolor de perder nace la obra”; y el pintor Georges Braque: “El arte es una herida hecha luz”.

Con las dos citas como base, la escritora de La carne, su última novela, dijo que “escribir es darle al mal y al dolor un sentido que no tiene”. “Todos somos narradores, aunque sea mentalmente, porque el ser humano es un relato”. De hecho, “cada uno escribe el relato que necesita” utilizando su memoria, “que es un cuento”. Explicó que está demostrado que para morir en paz ayuda hacer un relato de la vida, y que, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, el divorcio es una causa de la depresión, pero no lo es la viudedad “porque a los divorciados les falta un relato consolador”.

La narración, por tanto, “es un rasgo primordial del ser humano”. Así que “lo que hace la creatividad es convertir en belleza el sinsentido de la vida”. O dicho de otra forma, para terminar: “Cuando la vida es cruel le damos el maravilloso sinsentido de la belleza”.