La Orden del Cachorro rememora el Día de los Finaos

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La Orden del Cachorro Canario en Lanzarote celebrará del Día de Los Finaos-2014 con un acto que tendrá lugar el viernes, día 31 de octubre, a las 20.30 horas, en la sede social de la Orden, sita en los antiguos multicines Odeón del centro comercial Buganvilla de Arrecife.

Tras una breve explicación audiovisual sobre el sentido y el significado del tradicional Día de los Finaos por parte de Carmen Morales, de la Orden (telf. 660 297 617), titulado “Tradiciones y costumbres que rodean el deceso”, luego actuará La Parranda de la Orden, a las 21.30 horas, que interpretará algunos temas propios de los Ranchos de Ánimas.

Con esta iniciativa, la Orden en Lanzarote se propone contribuir a recuperar una vieja tradición que, lamentablemente, se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. Quedan actualmente pequeños grupos en Teguise y San Bartolomé. De ahí la oportunidad de recuperar esta costumbre. Actualmente la palabra Finado, o Finao, resulta prácticamente desconocida o en desuso en casi en todas Canarias   

Desde siempre, las fiestas de los Santos y la conmemoración de Difuntos han sido celebraciones religiosas muy respetadas por todos los vecinos de los pueblos de Canarias. Era costumbre que se rindiera culto a los difuntos y se ofrecieran sufragios a las ánimas. El Día de Todos Los Santos (2 de noviembre) es origen de numerosas tradiciones en Canarias. Es la fecha en la cual se visitan los cementerios, se limpian lápidas y se adornan con flores las tumbas de los seres queridos.

La cultura de la muerte en Canarias

En los pueblos de Canarias, la muerte de una persona no pasaba desapercibida para nadie en aquel pequeño pueblo marcado por las faenas agrícolas y el cambio de las estaciones. Ningún vecino podía ser ajeno a ella y, de un modo u otro, era inexorable su activa participación en el hecho. La casa del muerto se convertía en el centro de la actividad social, cuyos habitantes encontraban pocas oportunidades de encontrarse y reunirse, aparte de las que, eventualmente, les proporcionaba la misa o las escasas fiestas. Por el ambiente creado, parecía que el pueblo había perdido el aliento al mismo tiempo que el extinto.

En un principio, la tradición de los finados era, eminentemente, familiar y se contaban anécdotas de los finados de la familia y los hacía presentes con sus palabras. Mientras tanto, se compartía una comida frugal a base de donde se había preparado el condumio, consistente en torrijas con miel de caña, nueces, castañas asadas, higos pasados, acompañado todo con vino, mistela, con anisado. Luego se salía y la celebración llevaba el rito en la calle con los ranchos de ánimas que iban por el pueblo con sus cánticos.

En verdad, tenía todos los visos de una comida ritual: se hablaba poco, se rezaba y los abuelos suspiraban pensando si llegarían a la comida del próximo año. Mientras se oscurecía por la llegada de la noche, si es que la luna no lo remediaba, lucían y crepitaban las lamparitas de aceite en honor de los muertos. Así comenzaba la noche de difuntos con el insistente doblar de las campanas, cuyos toque de ánimas parecían suspiros lastimeros.