La felicidad del humanismo de la fe. En memoria de Fernando Camacho 

Ha muerto reciente y desgraciadamente Fernando Camacho Acosta, al que conocí en Sevilla. Un cura sevillano entrañable, entregado al servicio de la fe y del pueblo en fraternidad, solidaridad y justicia con los pobres. Fue un cualificado y profundo estudioso del Nuevo Testamento, de los Evangelios y Jesús de Nazaret. Durante mucho tiempo, ha sido profesor en los centros de estudios de teología en Sevilla, autor de diversas publicaciones, libros e investigaciones. Varios junto a ese otro relevante estudioso y profesor que fue el jesuita Juan Mateos, con el que colaboró bastante en dichas publicaciones.

Asimismo, era responsable de la buena biblioteca de este centro teológico sevillano. Este escrito está dedicado a su memoria, inspirado en lo más valioso que conocemos de la obra y vida de Fernando, con una actualización y profundización de la misma. Para mantener vivo su legado que es el de la fe en Jesús, el Hijo del Hombre.

En especial, vamos a centrarnos en lo que fue una de las especialidades del estudio de Fernando, como son las Bienaventuranzas, en particular las que aparecen en el Evangelio de San Mateo (Mt 5,3-10), la proclama del Reino. Las Bienaventuranzas, tanto las de Mt como las del Evangelio de Lucas (Lc 6, 20-26), son consideradas la carta magna del Reino de Dios, el “programa” del Evangelio (Buena Noticia) que nos trae Jesús con su Reino. Y, como nos enseña el Papa Francisco, son textos claves de la fe. Las de Lc tienen un carácter más teologal, en el sentido de que nos presenta al Dios que se nos revela en Jesús y su proyecto de Reino.

Como ya se nos había manifestado en ese “Evangelio” de María que es el Magníficat (Lc 1,46-55), es el Dios del amor y la misericordia que viene a revelar, en la realidad e historia, la verdadera felicidad, vida y salvación liberadora de la humanidad. Jesús nos regala la vida feliz, realizada, plena y eterna con su Reino de fraternidad, paz y justicia con los pobres, los hambrientos, excluidos y víctimas de la historia Lo que nos va liberando integralmente del mal y pecado del egoísmo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, tener, codicia y poder. Pues bien, en Mt los que se nos muestra son más las Bienaventuranzas del discipulado, más eclesiales y éticas. Ya que ese Reino de vida, amor y justicia con los pobres se ha de encarnar en la vida y práctica de las personas, de la humanidad y comunidades como son las iglesias. Para que esa salvación liberadora, que nos comunica el Reino de amor y justicia, se vaya efectuando con la praxis eclesial, humana y social en el mundo y dinamismo de lo real e histórico.

Es la existencia de los “pobres de espíritu”, los que eligen ser pobres por el Reino siguiendo a Jesús pobre, la práctica de la pobreza evangélica en humildad y comunión solidaria de vida, bienes y pasión por la justicia con los pobres, oprimidos y marginados de la tierra. Como nos está mostrando el Papa Francisco y vivió Fernando en el seguimiento de Jesús, es la iglesia pobre con los pobres, misionera en salida hacia las periferias, que rechaza la globalización de la indiferencia y la cultura del descarte. Si como nos presenta Lc, la Buena Nueva del Reino de Dios se realiza en la justicia con los pobres para liberarnos de estas idolatrías de la riqueza-ser rico, dándonos felicidad y vida para todos, Mt nos orienta a seguir a Jesús en comunidad. Una iglesia en conversión al Reino de Dios y su justicia liberadora con los pobres, para anunciarlo y realizarlo en la historia promoviendo la vida, dignidad y el bien más universal de toda la humanidad.

El Reino de Dios, como lo realiza Jesús con sus acciones-signos liberadores (curaciones, comidas, denuncia profética…), significa la defensa y promoción de la vida en todas sus dimensiones y fases, la humanización y liberación integral de todo mal e injusticia. El Reino es la humanidad nueva y la sociedad-mundo renovado, transformado y liberado de todos estos falsos dioses e ídolos de la riqueza-ser rico, poder y violencia que niegan la vida humana (humanizada), ética, realizada, plena y eterna. Jesús nos viene a entregar su Espíritu, Señor y Dador de vida, para que la humanidad e iglesia vayan alcanzando el horizonte humano. Una vida con sentido, realización y liberadora de todas estas idolatrías, mal e injusticia que llevan la muerte a los pobres, negando la vida, justicia y salvación que el Reino con su amor nos trae a la historia.

Y es que Jesús, el Hijo del Hombre, nos revela a la vez al verdadero Dios y lo auténticamente humano. Es el humanismo espiritual e integral de la fe que nos dona el amor, paz, justicia con los pobres y la vida realmente humana, trascendente y eterna. Jesús, el Hijo del Hombre y Unigénito de Dios, el Dios personal y encarnado con su proyecto de Reino: nos regala el sentido, felicidad y plenitud de la existencia con la salvación eterna. En esta vida de amor, servicio, fraternidad solidaria y compromiso por la justicia con los pobres de la tierra que son presencia (sacramento) real de Cristo pobre y crucificado (Mt 25, 31-46). Lo cual nos libera del pecado de la egolatría y sus ídolos de muerte, de la pasividad y complicidad con el mal e injusticia. 

 

Amigo y hermano Fernando, descansa en Paz con el Dios de los pobres, del Amor y de la Vida (humana, plena y eterna), al que tanto estudiaste, serviste y al que damos gracias por tu vida, sabiduría y testimonio.
 

​(*)​ Trabajador Social y Doctor en Psicología​,​ Sociología​,​ Humanidades y Teología.