La desaparición de la clase media

EL TRANSISTOR DEL FACEBOOK. La sociedad está condenada a mutaciones históricas. Recuérdese que la era industrial acabó con la fuerza de esa Edad Media absorbida por el capitalismo. Siguieron existiendo dos fuerzas antagónicas, y es curioso que la clase media aparentemente subsistiera sin valor efectivo en medio de las dos que ponderaron después de esa revolución: fuerza del trabajo y fuerza del capital.

EL TRANSISTOR DEL FACEBOOK.

La sociedad está condenada a mutaciones históricas. Recuérdese que la era industrial acabó con la fuerza de esa Edad Media absorbida por el capitalismo. Siguieron existiendo dos fuerzas antagónicas, y es curioso que la clase media aparentemente subsistiera sin valor efectivo en medio de las dos que ponderaron después de esa revolución: fuerza del trabajo y fuerza del capital. Se pensó que era lógico un entendimiento de ambas fuerzas, pues se necesitaban entre sí. Carlos Marx evangelizó esa teoría cuyo fracaso fue debido a los que siempre provocan el resentimiento, cual es el capitalismo. A esta fuerza se añadió residuos de la clase media, hasta llegar a absorber su totalidad, buscando el vehículo necesario para esta unión de clases que nadie entendía. Advirtieron lo suficiente de la necesidad de ese vehículo antes citado, al cual por los efectos conseguidos le he llamado la bicicleta del gran capital, un elemento mecánico que ha logrado no pararse hasta llegar a  absorber, añadiendo a la clase media referida, la fuerza del trabajo.

 

Actualmente la crisis ha ocasionado un nuevo cambio social, para mí tan importante como el primero. La fuerza del capital erigida en fuerza única ha convertido al mundo en un estado miserable cuya consecuencia es la eliminación de una sociedad de bienestar cuyo nacimiento se debe a la perentoria  necesidad de opacar la culpabilidad de los que entre más tienen, más quieren, llevando a la pobreza a límites increíbles de falta de humanidad. Esta situación es palpable, y por mucho que luchen los que han logrado este bienestar social común a toda la humanidad, han visto que la bicicleta del capital no se ha parado y que sigue absorbiendo con inmoralidad evidente un poder aparentemente sin mácula rebozado de desvergüenza colectiva, sobre todo cuando encuentra mercenarios capaces de poner en condiciones el vil artefacto que están usando.

 

Esto ocurre en el mundo, y mientras el pueblo no diga basta ya, los sinvergüenzas que dirigen la maniobra letal y los testaferros que le ayudan tienen a su favor un medio policial acomodado y sometido, dándose el caso curioso de que ese medio está compuesto por elementos de la fuerza del trabajo. No lo digo por presumir, sino para demostrar evidencia: en mis aventuras como manifestante contra el franquismo, medí mucho a base de carreras los kilómetros de ciertas calles, observando siempre que quienes me seguían eran gente de mi pueblo. Esto es un hecho concreto que no debemos permitir y que  tenemos que solucionar con urgencia.

En Canarias se vive de manera acentuada la mayor tasa de pobreza, y viendo la pasividad con que los políticos aceptan esa desafección social, debemos mirar para ellos, para todos sin excepción, no con la dureza de la vista, sino haciéndoles oír el epíteto de cobardes sinvergüenzas, ya que no merecen otro; y al pueblo le digo que eleve su protesta  lo más alto posible para acabar con esta inmundicia política que está colaborando con la bicicleta del capital, no permitiendo que se pare. Una cosa manifiesto, en estos momentos tan necesarios, nunca me han visto mis lectores en esas manifestaciones de protesta, pero no ha sido porque me falten ganas, una inmovilidad personal que trato de curar me lo impide, y téngase en cuenta que cuando esta inmovilidad desaparezca seré el primero en ponerme a la cabeza de cualquier manifestación de protesta portando la bandera tricolor de nuestra Patria canaria, única que nos hace concebir a todo el mundo que nuestra patria está liberada de todo sistema colonial. Mi grito no sería otro: ¡Viva Canarias libre!