LOS BOTÁNICOS (II) ENRIQUE SVENTENIUS

3ª Etapa. ENRIQUE SVENTENIUS. Gran Canaria. Jardín Botánico Canario “Viera y Clavijo” 

Sventenius, avanzado 1952, con 42 años y muchas amarguras a cuestas, se reúne con el Consejero de Montes del Cabildo grancanario, Graciliano Morales Ramos, hijo de Tomás Morales, cuyo nombre y circunstancias abrieron la puerta a esa reunión, y con el presidente del Cabildo, Matías Vega Guerra, para tratar las condiciones de desarrollo de su proyecto de Jardín Canario.  

Matías Vega Guerra es otro ejemplo típico de “cursus honorum” del caciquerío isleño. ¿De dónde viene y adonde llega desde el Partido Liberal Canario, el “leonismo”, en que comienza su andadura? Los caciques isleños en Gran Canaria, tradicionalmente enfrentados con los de Tenerife por intereses contrapuestos, en realidad son todos hijos póstumos del Gran Cacique, Fernando León y Castillo del Partido Liberal Canario. El que sería el personaje más influyente de la, entonces, nueva provincia oriental canaria, José Mesa y López, bebe en esa fuente de origen. Tras participar en la Comisión Divisionista de 1912, Agustín Bravo de Laguna, el factótum del leonismo grancanario, lo coloca, primero como consejero del Cabildo Insular grancanario, y luego como presidente del mismo en 1916. La debacle del partido por la pelea interna del caciquerío monárquico a la muerte de León y Castillo en 1918 lo coge en esa función y, por encargo de nuevo de Bravo de Laguna, trata de recomponer los pedazos rotos de la derecha grancanaria heredando la jefatura del Partido Liberal Canario. Alcalde de Las Palmas desde 1929 preparó con suma eficiencia la maquinaria electoral caciquil, de tal forma que Las Palmas fue una de las pocas, si no la única, capital provincial importante en que triunfó la candidatura monárquica, pero la proclamación por la movilización popular de la II República Española y la fuga de Alfonso XIII, no le dejó a Mesa y López ni llegar a la toma de posesión como concejal, ocupando la izquierda el ayuntamiento capitalino. Organiza entonces un partido para agrupar a las derechas monárquicas y caciquiles en Gran Canaria, el Partido Popular Agrario Autónomo, PPPA, que se adhiere a la Confederación Española de Derechas Autónomas, la CEDA. Funda, como medio de expresión del partido, el periódico “Hoy”, heredero de “El Liberal”, incendiado en 1931, que se publicará hasta julio de 1939 por la Editorial Canaria.  

 Militante ya y abogado, Matías Vega sigue la estela de su mentor Mesa y López. En 1933 es nombrado Presidente de las Juventudes del PPAA. Desde luego que, con 28 años, parece gozar de una juventud algo prolongada. Ejerce también de secretario de la Editorial Canaria que, años más tarde, en los 50 y con otro cacique de igual talla, Eufemiano Fuentes, se convertirá en Editorial Prensa Canaria, propietaria de La Provincia y Diario Las Palmas, garantizando así el control de la información en las islas orientales. En 1936, Matías Vega, en las elecciones que gana el Frente Popular, se presenta, con Mesa y López, como candidato a Diputado a Cortes por el PPAA, pero la candidatura del PPAA no consigue escaño. El golpe de estado fascista, que comienza en la práctica en Las Palmas con el asesinato del General Balmes y la salida de Franco en el “Dragon Rapide”, hace que Mesa y López se replantee su estrategia. Disuelve al PPAA y se integra en las filas del “Movimiento”. Mesa y López no consigue con ese gesto convencer a las nuevas autoridades y el Capitán de Intendencia Militar Antonio García López, nuevo Gobernador Civil fascista de la provincia, le comunica que no es “persona grata” por lo que se retira de la actividad política. 

Eso no reza para Matías Vega que ya ha ingresado en Falange Española. Entra como Alférez Honorario en el cuerpo jurídico militar como fiscal para, más tarde, ser nombrado teniente del mismo. No fue, precisamente, un ángel de la guarda para los opuestos al golpe de estado en ese cargo. Más bien sería Abadón, el Ángel Exterminador. Sus interesados biógrafos han tratado de endulzar su historial en este período disfrazándolo, poco menos, como un fiscal que solo ejercía tareas administrativas. Por ejemplo, José Alcaraz Abellán, en su libro “Matías Vega Guerrra 1905-1989” de la colección editada por el Parlamento de Canarias (2004) “Canarias, políticos para la historia” expresa lo siguiente al respecto: “Sublevados los militares en Canarias, tras el triunfo del golpe en Las Palmas Matías Vega será movilizado, ingresando con el grado de Teniente en el Cuerpo Jurídico Militar. Desempeñó tareas en Consejos de Guerra y, sobre todo, se ocupó hasta 1942 de los expedientes del Cuerpo de Mutilados de Guerra”. El mismo guineo es el que usa Manuel Ramírez Muñoz en “El Cabildo de Gran Canaria y sus presidentes. Noventa años al servicio de la isla” (Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 2003) cuando nos dice: “A raíz del triunfo del Alzamiento del 18 de julio, Vega Guerra fue movilizado, ingresando como Teniente del Cuerpo Jurídico Militar, donde tomó parte en algunos Consejos de Guerra, para dedicarse posteriormente a resolver expedientes del Cuerpo de Mutilados de Guerra”.  Como con algún botón basta para muestra, el 8 de marzo de 1940, ya sin guerra civil, actúa como fiscal en el proceso por “Excitación a la Rebelión” contra los paisanos Ángela Hernández Ortega, Gumersindo Casanova Dumpierrez, Miguel López Martínez y Francisco Trujillo Guerra. Como reza textual en el sumario, a juicio del “fiscal, el Alférez Honorario del Cuerpo Jurídico Militar, Don Matías Vega Guerra…se reunían los procesados en la Carpintería para enterarse de noticias contrarias al Movimiento y también para traer y llevar estas noticias propalándolas con propósito derrotista”. Petición del morigerado fiscal Vega Guerra: 12 años de prisión mayor para el matrimonio Ángela y Gumersindo, 10 años para Miguel y 8 para Francisco. No solo “prisiones mayores” fueron las penas solicitadas en las muchas causas llevadas por él como fiscal. Abundan también las de “Reclusión perpetua”, como las solicitadas contra los soldados de infantería Manuel Santana Barrios y Ceferino Zait Sarmiento en junio del 39 por supuesto delito de Rebelión; la de Juan Santana Orihuela por deserción…  No faltan, desde luego, también las peticiones de penas de muerte. De estas, tal vez las más sonadas fueron las que solicitó para Miguel Hernández Porcell en mayo 1941 por su adhesión al gobierno republicano siendo Subgobernador de Bata, en la entonces Guinea Continental Española o la de Justo Évora Velázquez, también por “adhesión a la rebelión”. Este caso, para el benefactor de Mutilados de Guerra Vega Guerra, debería ser muy grave. Se basaba, como se lee en el sumario en que  Justo Évora “comenzó a dejar entrever su ideología extremista por manifestaciones hechas al Sargento auxiliar y Cabo furriel de la compañía en que prestaba servicio como escribiente, razón por la cual fue objeto de discreta vigilancia desde aquel momento, habiendo mostrado entusiasmo por las doctrinas disolventes y su vocación hacia el comunismo pues hablando de Rusia lo hacía en sentido de simpatía y admiración por el régimen de la misma y los adelantos que decía tener”. Pues eso mismo. Un santo varón que solo gestionaba pensiones del Cuerpo de Mutilados.

Hay diferencias notables entre Matías Vega y los caciques tinerfeños a los que ya me referí en la vida de Sventenius en Tenerife. En primer lugar, Matías Vega, que se autocalificaba como un “buen cacique”, mostraba algunas inquietudes culturales que a los otros les faltaban, en parte gracias a la ayuda de su secretario cultural Néstor Álamo. Así adquirió una buena parte de la obra de Néstor Martín Fernández de la Torre para consolidar el “Museo Néstor” dentro del Pueblo Canario, abre el Archivo Histórico Provincial en Vegueta, inaugura la Casa de Colón y su biblioteca o preside el Gabinete Literario en 1949. Es esa vena cultural, junto a una visión más amplia de las posibilidades del proyecto Sventenius lo que lo aleja de la postura oscurantista de los tinerfeños. Se diferencia también, tanto del caciquerío tinerfeño como del anterior grancanario, como por ejemplo el Conde de la Vega Grande, en que Vega Guerra no posee tierras. Solo influencia y habilidad maniobrera, además de dominio del arte de la figuración y el cambalache. Desde que, con el apoyo del palmero Blas Pérez, entra a presidir el Cabildo, se compra un suntuoso coche y alquila, de forma permanente, una suite en el Hotel Palace de Madrid para mantener sus contactos y relaciones, que exprime a fondo, y que terminarán llevándolo a la gobernación de Barcelona y a la Embajada hispana en Venezuela. Le sacan una coplilla al respecto: “Coche de medio millón/ a Madrid cada quince días/ si esto es administración/ vete a la mierda Matías”.

Este es, en gruesas pinceladas, el personaje que encandila a Sventenius al que ofrece, además de la consecución de su proyecto, un posible futuro tranquilo con una garantía de estabilidad que, a lo largo de su trayectoria humana y profesional, nunca ha tenido. Con ese convencimiento Sventenius y Jaime O’Shanahan emprenden en 1953, a bordo del traqueteado jeep descapotable de este, la tarea de buscar el lugar ideal para el emplazamiento del futuro Jardín. El sueco tenía muy claro lo que quería. De hecho, algo como lo que había en Martiánez: terreno llano, pero con riscos y farallones para el hábitat necesario para muchas de las especies que allí pensaba instalar. Tenía que ser un sitio en que se pudieran reproducir los diferentes hábitats de nuestra flora. Recorrieron un montón de rincones que ambos conocían y terminaron intentando decidir entre una de las fincas de Lola Massieu en Las Meleguinas y otra, de unas 40 fanegadas bastante cercana, en Tafira, al terminar las Laderas del Palomar, entre El Castaño de El Dragonal y El Mocán junto al cauce del Barranco de Guiniguada al lado de la carretera Tafira- Almatriche, con unos desniveles interiores de unos 70 metros que favorecerían al proyecto. De la abundancia de dragos que dieron nombre a la zona, el Dragonal Bajo y el Alto, solo quedaba algún ejemplar aislado, pero fue esta última la preferida por Sventenius. El problema para su compra era que el dueño, José Lena, un maúro solterón con la sabiduría de lo vivido, que la tenía plantada de regadío con los cultivos propios de las medianías –papas, coles, millo y hortalizas, aunque el plátano alcanzaba a algunas fincas de Tafira por esas alturas, pero con bajos rendimientos- con su alpendre y su vivienda, no quería venderla. Sventenius trataba de que el bueno de Pepito Lena entendiera el alcance del proyecto y O’Shanahan –uno de cuyos antecesores fue dueño de viñedos por esos lugares- se encargaba de irle haciendo ofertas. Finalmente, Pepito Lena consintió en la venta cuando se le añadió el aliciente de que se convertía en funcionario del Cabildo, como vigilante del Jardín con perro incluido, y medio capataz de los obreros que irían a trabajar. Pepito Lena lograba así lo que no pudo conseguir Sventenius. Convertirse en funcionario con puesto fijo. El sueco tuvo que conformarse con un sueldo eventual de 500 pesetas y con el calvario administrativo de tener que dar cuenta minuciosa y detallada de todos los gastos que su trabajo ocasionara para que se le reintegrara lo gastado.  

El amor a la naturaleza y la fe en el proyecto del Jardín del presidente Vega Guerra, tenía sus límites. A los terrenos del Jardín se añadieron algunos más hasta adquirir su tamaño actual, pero, cuando le propusieron la compra de los terrenos colindantes, con varios propietarios encabezados por la familia Rodríguez Quintana, dijo que, de aportar el Cabildo 100.000 pesetas más para terrenos –cantidad muy pequeña para la extensión a añadir- nada de nada. Resultado de lindar con el Jardín, lo que antes eran excelentes terrenos agrícolas, hoy son chalets y urbanizaciones.  

Sventenius tiene que duplicarse. Necesita mantener su contrato renovable anualmente con el INIA en el JAO para sobrevivir y desplegar una enorme actividad para poner en marcha el nuevo Jardín Canario. Volar todos los fines de semana, festivos y vacaciones a Gando, donde lo espera el jeep, trazar el Jardín, establecer viveros y recolectar, por riscales y barrancos los ejemplares necesarios, clasificarlos, pedir a sus amigos de otras islas –o viajar a ellas- el envío de ejemplares, seleccionar hasta el más mínimo detalle incluso hasta la piedra de la decoración, los cursos de las aguas… y, a primeras horas del lunes, de nuevo en Los Rodeos. Es un no parar. ¿Y todo ello por 100 duros? Desde luego que no. A pesar de su carácter huraño y duro, lo que ponía en su trabajo era pura pasión y amor. Muchas veces paraba los trabajos hasta decidir los accesos y pasos entre zonas que quedaban absolutamente integradas, hasta tal punto que si hoy se mira el Jardín desde las Laderas del Palomar no se distinguen los caminos. La cueva que tenía la finca, dormitorio de la cabra de Pepito Lena, la convierte en laboratorio y su inicial biblioteca, aunque la falta de corriente eléctrica lo obligaba a alumbrarse con velas. Más adelante en Tafira Alta, en el antiguo y coqueto hotelito “El Lentiscal”, propiedad del señor Kercher y su hija Lotti, con la que traba entrañable amistad y un romance que interrumpió la muerte, cogerá una habitación, siempre la misma, orientada a poniente que, en los intervalos, si era ocupada por algún huésped lo hacía con la condición de que si aparecía Sventenius tendría que dejarla libre. Lotti estuvo también varias veces en el Tusculum del Botánico orotavense.  

Diseña y distribuye los espacios, las plazas, las escaleras, las fuentes, los adornos, elige las piedras y sus colores, encarnadas, verdes grises… y sus tallas, en fin, todo. Precisamente, la muerte lo sorprendió esperando el envío de unas placas de fonolita que, como su nombre indica, producen sonido al golpearlas, para usarlas a modo de gong o campana en el exterior del laboratorio. Las eligió él mismo en un viaje a La Palma en junio de 1971 acompañado de Arnoldo Santos, último viaje de recolección por las islas del botánico sueco-canario.  

El jardinero que le prestó una excelente ayuda –también funcionario del Cabildo- fue Manuel Sánchez Santana, que, cuando no podía hacerlo O’Shanahan, iba a buscarlo a Gando, lo acompañaba en las excursiones de recolecta, y portaba con especial cuidado con las plantas que tenían raíz para plantarlas enseguida en los lugares que, previamente, había seleccionado. Hacían de todo, desde arrancar pitas y tuneras a trasladar tierras a lugares en que faltaba.  

Donde hubo tuneras antes del Jardín hay hoy una parte del Dragonal perdido. Jaime O’Shanahan le insinuó que pusiera a los peones a arrancar las pitas y las tuneras. Sventenius no quiso. Tenía miedo de que la tierra que aguantaban esas raíces se las llevara la escorrentía si llovía fuerte, como en efecto sucedió. Por eso las arrancaba solo cuando las iba sustituyendo por la planta definitiva. El gran eucalipto existente en el terreno era una planta exógena que, además de su apetencia hídrica, acidifica el suelo. Sventenius dio vueltas al problema de su sustitución y apostó por el Palo Blanco “Picconia excelsa (Aiton) DC,hermoso árbol de nuestra laurisilva presente en todas las islas salvo Lanzarote. El eucalipto fue eliminado y sustituido por un palo blanco, hoy frondoso ejemplar de más de 20 m. de altura que da nombre a la plazoleta donde estuvo el eucalipto.  

Las cuadrillas de Juan Nogales Hernández, ingeniero de montes a cargo del Distrito Forestal del Estado desde 1949 impulsor de las repoblaciones forestales en Tamarán, amigo y aliado de Sventenius en su proyecto -a quién dedicó el cardo mahorero “Onopordon nogalesi Sventenius- cuando, una vez hecha por el Cabildo la agrupación, deslinde y compra de terrenos y la recuperación de los que ya eran estatales, plantaban a diario bastantes cientos de pinos, incluso abriéndoles el hoyo para colocar el plantón. No es de extrañar que, cuando Jaime O’Shanahan daba periódicamente parte al presidente del Cabildo de los adelantos del trabajo en el Jardín, y le comunicaba que se habían plantado media docena o, en los casos más favorables, una docena de plantas, tenía que estar justificando esas cantidades frente a los miles que plantaban las cuadrillas de Nogales.  

De todas formas, y a pesar de que no tenía nombramiento funcionarial con el Cabildo, desarrollaba su proyecto con el fundamental apoyo de Jaime O’Shanahan –encargado además de los viveros del Cabildo- de Juan Nogales, de Fernando Navarro Valle nombrado en 1958 Perito Encargado Jefe de la Sección Forestal del Cabildo a la que estaba asignado el Jardín Canario, del encargado del mismo José Alonso (Pepito Alonso) y hasta de su amiga Lotti Kercher que muchas veces le sirvió de secretaria. Trabajaba a gusto y soportaba estoicamente la tremenda paliza de combinar la construcción del Jardín con su trabajo en el JAO y con los continuos viajes. Así duró hasta que Matías Vega, en 1960, obtiene el fruto de sus contactos madrileños con los capitostes del régimen y lo nombran, primero, Gobernador Civil de Barcelona y, luego, Embajador de España en Venezuela. Para sustituirlo en el Cabildo se nombra a Federico Díaz Bertrana, siendo Gobernador Civil Antonio Avendaño Porrúa, el fascista que, años después, en 1981, actuó como defensor en el juicio a los golpistas del 23F. Díaz Bertrana fue notable por preocuparse por el suministro de leche en Gran Canaria y la promoción turística del Sur de la isla, pero no entraba en sus prioridades el Jardín Canario. Para celebrar, en 1962, los 50 años de constitución de los Cabildos había dinero para encargar a las monjas del Cister de Breña Alta el manto azul de terciopelo bordado en oro y plata para la Virgen del Pino, pero no había para contratar a Sventenius o facilitar su trabajo. Se negó a nombrar a Sventenius como director del Jardín y pagarle un sueldo adecuado y no una miseria por proyectos terminados porque “era extranjero”.  

A pesar de los esfuerzos conciliadores de Jaime O’Shanahan no había forma de conciliar el carácter recto, indoblegable, de Sventenius, por lo que el choque con Díaz Bertrana era inevitable. No solo por sus caracteres personales. Pesaban también la consideración del sueco como extranjero a todos los efectos y la desidia del presidente cabildicio hacia el proyecto del Jardín, agravada por la defensa a ultranza que hacía Sventenius del mismo y de su entorno. El sueco criticaba con dureza los chanchullos urbanísticos del Cabildo que estaba permitiendo las edificaciones en sus alrededores, construyendo chalets en las zonas que Sventenius reclamaba su compra además de que, para más inri, las construcciones ni siquiera se ajustaban a los proyectos presentados y aprobados por el municipio. Cuando la incomprensión y mala fe de Díaz Bertrana llegó al límite de lo soportable, el 3 de julio de 1965, Sventenius presenta su dimisión a Jaime –su jefe inmediato- y a la Sección Forestal del Cabildo a la que está adscrito el Jardín, dimisión que no es aceptada, pero que no impide el apartamiento de Sventenius y su profunda tristeza ante los hechos.  Van a ser Jaime O’Shanahan y Fernando Navarro Valle como responsables del Jardín los que carguen con la responsabilidad de continuar, lo más fielmente posible, los trabajos de Sventenius. La situación continuará, gris, triste y descorazonadora, mientras Díaz Bertrana está en la poltrona cabildicia y solo se resolverá cuando, en mayo de 1970 el teldense, catedrático de matemáticas, Juan Pulido Castro, lo sustituye en la presidencia del Cabildo.  

La etapa Díaz Bertrana deja a Sventenius, como afirma en su obituario Wolfredo Wildpret (Vieraea Vol.3 abril 1974), “tocado cerebralmente y desconfiado” porque, a pesar del apoyo de sus amigos, sus enemigos eran muy fuertes y en posición política relevante, de forma que, continúa Wildpret, “hubo también voces traidoras de envidiosos despreciables que intentaron crear una atmósfera de desprestigio a su alrededor”. Un episodio vale de muestra. Siendo Jaime O’Shanahan miembro de la Junta directiva de la “Sociedad Protectora de Animales y Plantas” de Las Palmas de Gran Canaria, propuso en una reunión la creación de la Medalla de Oro de la Sociedad para premiar casos de dedicación o de acciones extraordinarias que lo merecieran. Aprobada por la Sociedad, solicitó, con un razonado y exhaustivo informe, la concesión a Sventenius de dicha distinción honoraria, cuestión que fue aceptada por la Junta. La medalla, de unos 8 cm. fue diseñada por el propio Sventenius. En su anverso aparece una planta descubierta por Sventenius en los riscos de Guayedra de un nuevo género, descrita y nombrada por el gran botánico catalán Piu Font i Quer, la “Sventenia bupleuroides Font Quer”, una cerraja que se encuentra desde el risco de Faneque hasta el Valle de Agaete, (“Lechugón de Sventenius”) y en el reverso un gato, animal totémico para Sventenius, porque, según Jaime “era medio gatuno. No se casaba con nadie, pero tenía sus amigos”. La medalla así diseñada la materializaron los orfebres de la catalana Escuela Massana por encargo de la Sociedad. Se pensó en una personalidad científica relevante para la entrega, y se contactó con el bioquímico polaco Tadeusz Reichstein, descubridor de la cortisona y de la síntesis industrial de la vitamina C, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1950, amigo de Sventenius, a quién el sueco y O’Shanahan habían servido de guías en su visita Las Palmas.  

A principios de julio de 1969 el presidente de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, Alejandro Rojo, y Jaime O’Shanahan se personan en Gobierno Civil para comunicarle lo planificado al gobernador Avendaño Porrúa, para que, como Presidente nato del Patronato de la Sociedad fuera el encargado de presidir la entrega la medalla. El taimado gobernador se sale por la tangente pretextando que no es necesario dado que se trata de una sociedad privada, pero no deja de, alabando el nivel científico de Sventenius, deslizar que había malos entendimientos con él por el temperamento que tiene, además de su condición de extranjero pero que ya había hablado de ello para resolverlo con el presidente del Cabildo. Resultado real: la medalla sigue en ignoto lugar y nunca se le entregó a Sventenius. Como comentó años más tarde O’Shanahan “todo quedó en agua de borrajas”.  

Nombrado, por fin, por Pulido Castro como director del Jardín Canario, con un contrato serio y a su gusto por primera vez en su vida, el ajetreo de tantos traslados Tenerife-Gran Canaria-Tenerife y la compatibilización de los dos trabajos era demasiado para Sventenius. Además, su dedicación al Jardín Canario era cada vez más exigente y necesaria, por lo que, en 1971, decidió abandonar definitivamente el JAO y trasladarse a Gran Canaria para dedicarse en exclusiva al Jardín Canario Viera y Clavijo. Las navidades de ese año las pasó en su querido tusculum portuense con Manuel Sánchez Santana, el jardinero que lo auxiliaba en Tafira. Recogió sus pertenencias y sus gatos, Kim, Ninou y Nepentes. Se despidió de su gato preferido, Mayo, regalo de Olegario Mesa del equipo del Orquidario Lycaste, al que había enterrado al pie de su tusculum. A Mayo le dedicó el único artículo de prensa suyo no botánico que conocemos.  

El ingente trabajo de Sventenius en el diseño y montaje del Jardín Canario, que desgraciadamente no pudo ver finalizado porque, en su mejor momento tanto personal, a punto de formalizar su compromiso con Lotti Kercher, como profesional, con su contrato de director y en pleno desarrollo de sus ideas, como sucedió años atrás en Tenerife con su gato estrella, Mayo, fue atropellado por un coche a la puerta de su amado Jardín en la noche mágica del 23 de junio de 1973. Guayota, soberano del inframundo y creador de volcanes, no podía soportar a un enemigo de tanta osadía como para proteger la naturaleza de unas islas que consideraba como su creación de fuego y lava. Parece como si el escrito que, en la prensa canaria, le dedicó Lotti Kercher a la muerte de Mayo era, realmente, premonitorio de la suya propia, porque “su despedida de este brutal y mecanizado mundo debió haber sido instantánea”. No pudo, como deseaba, inaugurar el Jardín Canario con música de Beethoven. Murió el creador, pero no su creación, que nos queda como legado.   

Su aportación al conocimiento y la conservación de nuestra flora es ingente. Gracias a él, nuestras Islas Canarias y la Macaronesia son reconocidas como “Región Botánica” del mundo. Aparte del nuevo género “Marcetella” dedicado a su “carísimo amigo en Cristo” Adeodato Marcet, en el Jardín Canario, en base a la lista de plantas vasculares publicada por Ericasson, Hansen y Sunding en 1979, encuentran que Sventenius descubrió nada menos que 68 especies, 8 subespecies y 36 variedades. A él se le han dedicado, al menos que yo sepa,9 especies : el helecho “Cheilanthes sventenii Benl del Barranco de Los Dolores y Las Nieves en La Palma; la magarsa o margarita herreña “Argyranthemum sventenii Alridge et Humphries; la cariofilácea “Cerastium sventenii Jalas de las cumbres de las islas occidentales; el cabezón de risco palmero “Cheirolophus sventenii (Santos) Kunkel; la chahorra grancanaria “Siderites sventenii (Kunkel) Mendoza-Heuer; la pelusilla, boraginácea que se halla también en la costa africana continental próxima,  “Eritrichum sventenii Sunding; el tajinaste tinerfeño “Echium sventenii Branwell; la col de risco mahorera “Crambe sventenii Petterson ex Bramwell et Sunding; la siempreviva grancanaria “Limonium sventenii Santos et Fernández además de una variedad dedicada por el inglés Edgar Lamb, muy aficionado a las plantas crasas, la “Caralluma buchardii N.E.Br. variedad sventenii Lamb” una Asclepiadaceae presente sobre todo en zonas mahoreras como Tindaya, La Oliva, el Malpaís de la Arena o el islote de Lobos. Sventenius devolvió el elogio a Lamb al dedicarle la “Euphorbia lambii Sventenius presente en el Parque Garajonay y muy afectada por el incendio del 2012, posteriormente replantada. No solo botánicos fueron los especímenes dedicados a Sventenius. El “gorgojo de la magarsa” grancanario de Ayagaures, Amagro y los acantilados de Guguy, el coleóptero “Cyphonocleonus sventenusii”, refiere Arnoldo Santos, que su descubridor lo denominó inicialmente “Cyphonocleonus svensonii” cuando ya se había cambiado en Montserrat el apellido original latinizándolo y D. Enrique no podía tolerar esa marcha atrás.  

La obra cumbre de Sventenius, el “Additamentum ad Floram Canariensem”, fechada en el Puerto de la Cruz en 1959 (Scripsi Portu Crucis ín Nivaria, Kalendis Iuliis anni MCMLIX), y publicada en 1960, la escribe íntegramente en latín. Ya en la Abadía de Montserrat su amigo Adeodato le había enseñado latín, pero en sus primeras publicaciones de nuevas especies autóctonas canarias en 1946 era consciente de que aún no dominaba la lengua del Lacio. Así escribe al monje catalán el 1 de julio de 1946:  

A esta carta acompaña muchos papeles y cada uno a su vez está acompañado por una petición mía hacia Vd. Desearía pedirle el gran favor de verter dichas descripciones en latín y devolvérmelas tan pronto como puede. Mis herborizaciones han dado estas plantas nuevas como fruto (sospecho que no sean las últimas) y como dispongo aquí una bibliografía relativamente completa sobre estos dos géneros me he decidido publicarlas lo antes posible.  

Confiando que Vd. no tome a mal el trabajo que me permito cargar sobre Vd. desearía obtener su consentimiento de ligar su nombre a la [de] una planta canaria. Un abrazo de su affmo amigo en Cto. y la Moreneta.”  

La contestación de Adeodato : “Carísimo amigo en Cristo: Con mucho retraso recibí su grata carta del 1 cte. junto con las descripciones de las 5 esp. nuevas que devuelvo a parte, traducidas al latín. No se si habré interpretado fielmente su pensamiento, pues no teniendo a la vista las plantas, es algo difícil la interpretación; V. corrija lo que crea conveniente.”  

Las cinco especies nuevas eran: “Centaurea junoniana Sventenius, por Junonia major, nombre latino de La Palma, que más tarde Sventenius, en otras especies, lo cambiaría a “junonianus”; “Centaurea ghomerytha Sventenius”, por Gomera, que cambiaría luego a “ghomerythus” o a “gomeraeum” si se trataba de una ssp o variedad, Centaurea tagananensis Sventenius” por Taganana, “Monanthes niphophila Sventenius”. Adeodat plantea nipho = nieve y phile= amante, amigo, esto es, Monantes amiga de la nieve porque vive en las taliscas y grietas que rodean al circo de Las Cañadas del Teide; y “Monanthes dasyphylla Sventenius” de dasy = peludo, greñudo y phyll = hoja, por los pelillos grisáceos que poseen las hojas. Las cinco fueron dadas a conocer ese mismo año en la publicación “Contribución al conocimiento de la Flora Canaria” que publicó Sventenius en el Boletín del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, Vol 6, nº 15 de diciembre de 1946.  

Era un hombre retraído, pero nunca fue parco en sus agradecimientos. Aparte de las muchas especies dedicadas especialmente a amigos o colaboradores, de las que he nombrado bastantes, en el Prefacio a su Additamentum dedica sus últimos párrafos a agradecer el esfuerzo y la ayuda de las personas e instituciones que ayudaron a que la investigación y su publicación fuera posible, latinizando todos los nombres. Lo divide en dos párrafos. En el primero empieza expresando su agradecimiento al “Institutum Nationale Hispanicum Investigationum Agronomiarum” con su presidente Michael Echegaray Romea y al técnico Michael Oroz Pérez de Landa, pasa luego al “Hortus Acomodationis Plantarum Arautapae” y sus directores Andreas García Cabezón y Georgius Menéndez Rodríguez (a quien, como comenté, había dedicado el rosalillo grancanario “Dendriopoterium menendezii” de los riscales de El Hornillo y Tamadaba) para pasar al “Excmum. Capitulum Insulare Magnae Canariae Insulae”, a su presidente Matthias Vega Guerra y consejero Gracilianus Morales Ramos, al “Exmum Capitulum Insulare Gomerae Insulae” con su presidente Michael Palmero Cadaya; a sus amigos Adeodatus F. Marcet O.S.B. al que considera casi como coautor del escrito “qui hoc scriptum reputavit”; a  Emmanuel Gonzalez Matos (al que había dedicado la hierba pajonera del Teide, la “Descurainia gonzalesii Sventenius) y al Doctor Ioannes Álvarez Delgado (D. Juan Álvarez era catedrático de latín en la ULL) por su gran colaboración en la elaboración de los textos latinos y, finalmente, al Doctor Piu Font Quer por sus oportunos y sabios consejos.

El segundo párrafo de agradecimientos lo dedica Sventenius a agradecer a todos los canarios que le han prestado apoyo y hospitalidad como han hecho los que, con el tratamiento de “clarus” (relevante, importante), aquí nombra: En Nivaria o Teneriffe: Dr. medicus Caelestinus González Padrón y cónyuge; professor Ludovicus Wildpret Álvarez y conyuge y D. Franciscus Ortuño Medina (a quién dedicó la cerraja gomera “Sonchus ortunoii Sventenius”); en Junonia major o Insula Palma: D. Iosephus Guadalupe Durán; en Junonia minor o Insula Gomera: D. Bonaventura Bravo Expósito (le había dedicado la tabaiba amarga “Euphorbia Bravoana Sventenius del bosque termófilo de noroeste gomero) y cónyuge, D. Iosephus Duque Martínez, D. Philibertus Darias Veguero (a quien dedicó el cabezón, subespecie casi extinguida hoy que solo se encuentra en el Barranco de El Cabrito, el “Cheirolophus Satarataënsis (Sventenius) Holub. ssp dairiasi (Sventenius) Kunkel), D. Emmanuel Mora Bento, D. Antonius Evaristo Padilla y cónyuge, D. Carmelus Heredia Olmo y D. Bartolomaeus Lloret; en Ombrion o Insula Ferro: D. Josephus Reboso Ayala y D. Zosimus Hernández Martín y cónyugue; en Canaria Magna o Gran Canaria: Johane Nogales Hernández (al que ya dije había dedicado el “Onopordon nogalesi”) D, Iacobo O’Shanahan Bravo de Laguna, D. Ferdinandus Navarro Valle y D. Iohanne González García; En Pluviaria o Lanzarotti insula: D. Marianus Lopez Socas y cónyuge (Ya le había dedicado la enredadera “Convolvulus lopezsocasi Sventenius”); en Erbania o Forteventura: D. Gustavus Winter y Franciscus Espinosa Rodríguez y sus cónyuges ( a D. Gustav Winter, el propietario de la península de Jandía y de la Casa Winter en Cofete, hoy propiedad del grupo Lopesan, le dedicó la magarsa de Jandía o margarita de Winter, “Argyranthemum winteri Sventenius). Termina el párrafo agradeciendo a sus auxiliares Carolo González Martín, Olegario Mesa González e Israeli Bello González por la deferencia mostrada en tantos años dedicados a realizar su trabajo.  

Finaliza Sventenius con: Eos omnes laudibus extollo acceptae gratiae memor semper ero, nam eorum erga me animo et in meos labores benevolentia, multis acrimoniis sublatis, hoc opus ad exitum perducere potui” que, libremente traducido viene a ser algo así como: A todos ellos guardo en la memoria y expreso mi gratitud por sus ánimos y su benevolencia hacia mi trabajo, que sin esas energías no lo hubiera llevado a cabo.  

Ericus R. Sventenius –Don Enrique- está sepultado en la tierra de su Jardín Canario “Viera y Clavijo”, bajo una sencilla losa de piedra volcánica verde en la se grabó una cruz al pie de una gran piedra verde que soporta una pequeña lápida de la misma piedra con su nombre. Todo sencillo y hermoso. Allí, cada 23 de junio, la plantilla del Jardín le da cuenta del estado de su obra magna y de los cambios y adelantos que, año tras año, van sucediéndose. Su espíritu, con su gato Mayo a su lado, salen de la cueva de las cabras de Pepito Lena para rondar, atentos y vigilantes, por las plazas, paseos, fuentes y jardines que, con tanto amor, planificó y creó.  

Como dijo de él Wolfredo Wildpret “Luchó por sus ideales con la verdad por delante como lo hacen los hombres que estiman su independencia”.  

Francisco Javier González  

Gomera a 9 de agosto de 2021