LA “PAX AMERICANA” AMENAZA NO SOLO A VENEZUELA (I)

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Creo que aprendí del prócer Secundino Delgado que no se puede ser independentista en una nación colonizada si no se es, al tiempo, internacionalista. Leyendo a Marx aprendí también que, viceversa, no se puede ser socialista sin ser anticolonialista y, mucho menos, cuando es tu propia nación la que sufre la embestida colonial. Por eso mismo, como anticolonialista, independentista canario y marxista, no puedo permanecer en silencio ante la nueva embestida imperial sobre Venezuela, nación entrañable para todos los canarios, de permanente presencia en toda mi niñez y juventud y donde aún tengo familia.  Añadamos a eso que, precisamente por aspirar a la libertad en nuestra tierra, no solo tenemos que apoyarla en otras de cualquier lugar, sino que, además, necesitamos entender lo que sucede en este proceso del enfrentamiento  “soberanía patria vs. Imperio” –como sucede ahora en Venezuela- porque nuestro propio camino como colonia española y la apetencia del brazo armado gringo, la OTAN, que tiene puestos sus ojos en nosotros, nos obliga a aprender esta lección.

No trato en este escrito de defender la legitimidad del gobierno Maduro, que la tiene a pesar de errores cometidos, porque pienso que tenemos que ir más allá de un caso concreto y ver, a través de su historia y comportamiento, cual es la verdadera naturaleza de la amenaza imperial, amenaza que trasciende más allá del mero aprovechamiento de materias primas, como petróleo, oro, coltán etc. en que Venezuela es rica. Se trata del dominio estratégico de todo el continente y la supremacía y control mundial.

Ya Goebbels enseñó que repetir una mentira muchas veces la convierte en verdad. Sigue siendo una realidad pese a que las modernas técnicas de marketing han dejado chiquititos, pero no obsoletos, sus once principios. Al contrario. Nunca antes en la historia de la humanidad han circulado, al socaire de las redes y las nuevas tecnologías, tantas falsas noticias, bautizadas ya con el anglicismo de “Fake News”, que nos pone sobre la pista del origen de sus creadores y propaladores. El imperio gringo ha superado al publicista nazi con creces. Ha creado un doceavo principio: repite hasta la saciedad palabras a las que vacías de sentido y úsalas como arma arrojadiza. Así tenemos que echarnos a temblar cuando el imperio hace suyas palabras como “libertad” “independencia” “autodeterminación de los pueblos” “dignidad” “derechos humanos”…y un largo etcétera con los que arropa y enmascara la larga lista de atrocidades que acompañan a las acciones que, en nombre de estos principios, ejecuta a lo largo y ancho del mundo. Es un listado tan grande y revelador de las intenciones del imperio gringo que no me quedará más remedio que glosarlo en varias partes para poder abarcarlo.

Ya desde el inicio de USA como Estado se puso de relieve su voluntad supremacista. Thomas Jefferson, tercer presidente, decía que “América tiene un Hemisferio para sí misma”. El 5º presidente dio su nombre a la “Doctrina Monroe”. Aplicable, en principio, solo para la injerencia de naciones europeas en el Continente Americano cuando las colonias españolas en el continente estaban en plenas luchas de liberación, ha cambiado de sentido. Hoy, aquel Hemisferio de Jefferson tiene dos vertientes, el imperio gringo y el patio trasero latinoamericano. El “América para los americanos” original de Monroe se lee hoy como “América para los norteamericanos”. Ya a fines del XIX, basados en la llamada “Teoría del Destino Manifiesto” que enuncia, con ese nombre, por primera vez el periodista John L. Sullivan en su artículo sobre Texas “Anexión” (Annexatión) (United States Magazine and Democratic Review. Nº1 Julio 1845), donde afirma que “El cumplimiento de nuestro Destino Manifiesto (Manifest Destiny) es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno” que implica que ese Destino Manifiesto patente lo es por asignación Divina. Lo aclara en otro párrafo “…un espíritu de interferencia hostil contra nosotros, con el objeto proclamado de torcer nuestra política y obstaculizar nuestro poder, limitando nuestra grandeza y bloqueando el cumplimiento de nuestro Destino Manifiesto de cubrir el continente señalado por la providencia para el libre desarrollo de nuestros millones que cada año se multiplican.”

Con base a este  mandato cuasidivino el naciente imperio se ceba, en su propio territorio, con los nativos indios a los que elimina o arrincona y, en “su Hemisferio”, con el debilitado México, inmerso en sus conflictos interiores. USA se anexiona Texas en1845, tras un falso y muy planificado amago como República independiente y, en 1846, tropas yanquis invaden México al sur del Rio Grande. El general gringo Ulysses S. Grant reconoce en sus memorias que ese avance tenía como objetivo “provocar la guerra sin ser los primeros en atacar para evitar cualquier oposición política a la guerra”. Hay enfrentamientos y el Congreso USA declara la guerra el 13 de mayo de 1846. México la declara diez días después. Como resultado de la derrota del débil ejército mexicano EE.UU se anexiona, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, el 55% del territorio mexicano (más de 2 millones 100.000 Kilómetros cuadrados) que comprenden los actuales estados gringos de Arizona, Colorado, California y Nuevo México y gran parte de los estados de Wyoming, Oklahoma y Kansas.  Es una lección que no hay que olvidar

También, con base al supremacismo  anglosajón que encierra esa doctrina del Destino Manifiesto, en los EE.UU. no solo el gobierno estaba por la expansión hacia nuevos territorios. Considerando que los gringos eran superiores a los“mestizos” del sur de la frontera y que habría que intervenir en esos territorios para “regenerarlos” proliferaron en los EE.UU ejércitos mercenarios de los llamados “filibusteros” apoyados por empresarios, por grandes compañías y, en algunos casos, por el mismo ejecutivo gringo. La estrategia era copia de la que había dado resultado en Texas: Conquista del territorio, proclamación de una República independiente y, posteriormente, ingreso como Estado en la Unión. Así se intentó con Baja California y con Sonora aunque el gobierno mexicano logro  recuperar los territorios, En esa línea, en 1854 y tomando como excusa el querer cobrarle impuestos al multimillonario gringo Cornelius Vanderbilt por su yate anclado en el puerto nicaragüense de San Juan del Norte, la marina yanqui bombardea y destruye el puerto. En realidad, lo que se pretendía era abrirle paso al filibustero gringo  William Walker que, financiado y apoyado por Vanderbilt y por los banqueros Morgan y Garrison y la prensa del editor Byron Coleman, invade Nicaragua en 1855, en medio de la guerra civil entre “legitimistas” y “democráticos” y termina por proclamarse Presidente en 1856 en unas elecciones que, según el New York Times, “… en  algunas poblaciones obtuvo más votos que el cuádruple de los habitantes, contando a todos los hombres, mujeres, niños y bestias”. Dos años duró esta presidencia en los cuales invadió a sus vecinos de Honduras y El Salvador y, para recaudar fondos y garantizar “la supremacía blanca”, restauró la esclavitud en los territorios que controló. Fue derrotado por una coalición de fuerzas de Honduras, El Salvador, Guatemala y Costa Rica

​El paso siguiente de ampliación y clarificación de la Doctrina Monroe lo da el 19º presidente, el republicano Rutherford Hayes, que en 1880, cuando se planeaba la construcción del Canal Interoceánico centroamericano, enunció el Corolario que lleva su nombre, pensado fundamentalmente para dejar sentadas las bases de la posterior apropiación de cualquier canal que se construyera, fuera por Nicaragua o por Panamá que eran las dos opciones posibles. El texto del corolario es bien elocuente: “Para evitar la injerencia de imperialismos extra continentales en América, los Estados Unidos deben ejercer el control exclusivo sobre cualquier canal interoceánico que se construya”.

Desde la presidencia de Mc Kinley se propone la expansión a oriente con miras al mercado chino en un intento de hegemonizar los mercados mundiales. Ya en la legislatura anterior, siendo Mc Kinley senador con Groves Cleveland de presidente, Sanford B. Doyle, hijo de un misionero protestante gringo en Hawái y cabeza del “Comité de Seguridad Revolucionario” formado por la élite de propietarios agrícolas gringos en las islas, da un golpe de estado apoyado por el gobierno USA, derriba la monarquía hawaiana y se autoproclama como presidente de la República de Hawái. Los EE.UU tenían anclado un crucero en la bahía de Pearl Harbor del cual, acto seguido, desembarcan los marines para, como siempre, “proteger las vidas de los norteamericanos”. Inmediatamente el embajador gringo, el 1 de febrero de 1893, reconoce este gobierno y proclama a Hawái como Protectorado USA. En 1897, con Mc Kinley ya como 25º presidente los EE.UU. se anexionan el territorio y se construye la base naval de Pearl Harbor que va a tener gran importancia en la guerra con España en Filipinas pero, sobre todo a partir de 1898, cuando los gringos arrebatan Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas a la España colonial –y a los patriotas criollos que luchaban en esas tierras por su independencia en una guerra que prácticamente tenían ganada- se encuentran, además del dominio del Caribe que, con su expansión hacia Oriente y Oceanía, la construcción del canal era vital.

Los franceses habían aparcado el proyecto de Lessep desde 1888 pero en 1894 cambian de nombre a la sociedad que pasa a denominarse “Compañía Nueva del Canal Interoceánico” con una concesión para la construcción hasta 1904. Los franceses contrataron los servicios del bufete de “Sullivan & Cromwell” que contaba con socios gringos de mucho peso como General Electric o J.P.Morgan, dueños además de la “Panama Rail Road Com.”, y, entre capitalistas, amañaron la cuestión. Compraron por 3,5 millones de $ las devaluadas acciones de la Compañía Nueva para revendérsela luego por 40 millones al gobierno gringo. El Presidente Roosevelt, muy amigo de Cromwel, obligó, a bordo del acorazado “USS.Wisconsin”, a liberales y conservadores colombianos a cesar en la guerra civil - la Guerra de los Mil Días- y, posteriormente, en enero de 2003 al embajador colombiano a firmar el Tratado Herrán-Hay que creaba la “Zona del Canal” bajo jurisdicción gringa, a cambio del pago por parte del gobierno USA de los 40 millones a los accionistas, además de 10 millones para el estado colombiano y el compromiso de una anualidad de 250 mil $ cuando funcionara el canal, idéntica cantidad a la que ya le pagaba por su explotación  la Panama Rail Road.

El tratado se rechazó en el Congreso Colombiano por lo que el presidente Roosevelt, a principios de noviembre, concentró diez acorazados en ambos lados del istmo, y desembarco varios miles de soldados, obligando a la segregación de Panamá  que, por supuesto, cedió a los gringos el control de la zona del canal, supuestamente para“salvaguardar el orden público”. A Colombia, al fin, solo se le dio la ridícula suma de 25 millones $ en compensación por la segregación. Roosevelt se ufanaba, años después, declarando  “Yo tomé la Zona del Canal mientras el Congreso debatía”. Para garantizar el despojo, en la Constitución de la nueva república de Panamá, redactada en 1904, se incluye un artículo que faculta al gobierno gringo a intervenir militarmente cuando Washington lo estime necesario. Este, se puede decir, que fue el inicio de la llamada “diplomacia del dólar” combinando la fuerza militar con la mayor potencia económica que permitía, a través de los dólares obtener el control de países enteros.

Francisco Javier González

Canarias a 16 de febrero de 2019