El olmo y las peras

ASSOPRESS

El próximo 8 de abril se cumplen cinco años desde el fallecimiento de José Luis Sampedro. Aprovecho esta fecha para recordar su paso por este mundo en el cual, su gran preocupación como literato humanista, y economista de prestigio, como catedrático de estructura económica en los ámbitos nacional e internacional, fue investigar sobre la creación de una economía de proyección mundial que dotara al individuo la posibilidad de desarrollar la dignidad de los pueblos. Al final de su vida insistía, en diversas entrevistas, que no podía entender cómo la gente continuaba votando a politicastros, que lejos de aportar soluciones a los problemas reales de la humanidad, perpetuaban la desigualdad y la injusticia, manteniendo a las clases dominantes e involucionistas del sistema establecido. No sé si utilizaba estas palabras exactamente, pero dejaba muy clara una idea que apuntaba a ello. 

Yo le admiraba porque eran palabras propias de un personaje providencial, como lo fueron otros grandes de la historia de la talla de Gandhi, Mandela, etc., e incluso el más próximo, por estar vivo, José Mujica, ex presidente de Uruguay. No se trata de hacer una relación inmensa de personajes sino de apuntalar una idea de pensamiento dirigido a perseguir la felicidad y la justicia como finalidad última del ser humano. Sin embargo, y trasladando la inquietud de Sampedro a la realidad electoral es España, yo siempre me quedaba con la interrogante de saber exactamente cuál era su mensaje, ya que la opción de voto estaba limitada a las listas que se presentaban, y dentro de ellas no se ofrecía ninguna solución. Todo era más de lo mismo.

 La derecha por defender las fórmulas sistémicas habituales, y la izquierda por una incapacidad absoluta para reformar nada sin evitar destrozar lo hasta ahora conseguido en materia de bienestar y derechos humanos, que si bien no era la panacea, no cabe duda que contiene una evolución con respecto a otros momentos anteriores de la historia. Tal vez sus palabras encerraban un mensaje revolucionario. Lo que ocurre es que las revoluciones tal como históricamente se entienden suponen una transformación violenta y arriesgada que dejan muchas víctimas y gran desorden por el camino. Con la tecnología actual la revolución hay que entenderla desde el punto de vista teórico, consistente en mejorar las instituciones, en la parte positiva y evolutiva logradas en su desarrollo hacia un humanismo. El problema con el que yo me encontraba y supongo que común al resto de la población era la falta de opción práctica por ausencia de personajes sobresalientes, estadistas con criterio, capaces de de ilusionar y transmitir confianza y seguridad, por ofrecer sabiduría y mostrar honradez incuestionable. Al final se votaba la continuidad por aquello del “más vale malo conocido...”
Hoy día los grandes dolores que azotan a la humanidad son los ya consabidos de la inmigración obligada debida al hambre y las guerras; la demografía imparable; los problemas medioambientales; etc. Y resulta obvio que al tratarse de asuntos globales no encontrarán solución en políticas particulares. De ahí que siempre pensé que la idea de José Luis Sampedro iba más allá. Hacia un cambio sereno del sistema, preconizado por los organismos internacionales, buscando fórmulas de adaptación de las corrientes económicas y adaptando sus logros y límites a la felicidad del individuo. Por ejemplo, y aplicando la consigna de Gandhi de que “...en la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la codicia de algunos...”
Un ejemplo concreto y muy actual sería el propio de las pensiones. Me refiero al caso de España, pero transpolable a otros países. Los políticos conservadores mantienen que no se pueden aumentar porque el sistema se desestabilizaría. Los mal llamados progresistas, a través de una crítica insana y sin aportar ideas creíbles, con la única intención de recuperar el poder para hacer lo mismo que los otros, bajo una apariencia de cambio, no aportan nada nuevo. Y así llegamos a la humorada de Campoamor “...en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
….Y los pensionistas siguen ahí. No me refiero a los que reciben el nivel máximo. Me refiero a la mayoría que recibe cantidades irrisorias que hacen imposible la subsistencia. Este es el hecho que debe constituir la premisa mayor, y el mensaje que se ha de trasladar... ¡Señores de la Unión Europea. Tenemos un problema. Muchos ciudadanos de nuestra Organización no pueden sobrevivir. No se trata ya de llevar una vida digna. No. Se trata de que no pueden vivir!
Y partiendo de esa premisa sólo cabe una salida. ¡Solucionar el problema!. Pero como el “Sistema” es el que es, habrá que retorcerlo hasta poder sacar el jugo necesario para cocinar la receta. Ahí empezaremos a hablar de reforma administrativa; de fraude fiscal; de impuestos adaptables a la nueva realidad social; en fin, de poner en marcha la ciencia económica y la imaginación para salir adelante y no tener que entrar en un nuevo ciclo de guerras que pondrían las cosas en el punto de origen que lo soluciona todo…. “la superpoblación se acaba por la mortalidad infinita”; “la reconstrucción soluciona los problemas de empleo”; etc. Lo que sí debe quedar claro es que no se puede mantener una sociedad civilizada teniendo a personas, en este caso jubilados, malviviendo, en un sistema que premia con millones de euros a personajes que pertenecen a consejos de administración, que para más inri, en muchos casos, fueron la causa de la ruina de las empresas que dirigían.

 Yo no digo que determinados emprendedores que por su buen hacer acumulen muchas ganancias no puedan vivir acorde con su aportación a la sociedad, sea otorgando ilusión a través del deporte, del arte, de la invención de una patente, de una producción inteligente a través del desarrollo de una empresa en la multiplicidad de actividades existentes… pero esto es compatible con un elemento corrector en el que puede seguir ganando mucho quien a la vez pague mucho...lo que no puede ser es que las ganancias traspasen los límites de lo humanamente concebible. Si Messi o Cristiano Ronaldo llegan a cobrar miles de millones, puessssss… que no pasen de cientos, que con eso ya van que chutan, nunca mejor dicho. En definitiva, se trata de humanizar la economía y entonces sí se podrá hablar de estabilidad. No se trata de hacer una política de parches a base de Guindos o Montoros, aplicando apaños a la política que hay. Se trata de ¡cambiar el mundo!
Se dirá. Esto es ilusorio. El mundo siempre fue así y lo seguirá siendo eternamente. Pues no. Ya sabemos que el mundo tiene fecha de caducidad. O nos ponemos las pilas o esto se acaba antes de lo que se piensa. Ya no es ciencia ficción. Se dirá también que aun reconociendo el problema que nos acecha es muy complicado salir adelante. Y ahí es adónde quería llegar. Si el ser humano es capaz de hacer cosas inauditas, aparentemente imposibles en el arte y en la ciencia; si se construyen rascacielos impresionantes; puentes prodigiosos; túneles que producen hipo; naves espaciales que llegan a marte; la piedad de Miguel Ángel; obras musicales inconcebibles para el género humano por entender que se salen de los márgenes de un cerebro terrenal, y que sólo pueden ser atribuibles a un Dios, que de esta forma se nos impone como necesario e ineludible; obras pictóricas imposibles; ¿cómo es posible que no se pueda hacer una obra política que suponga una evolución de un sistema de convivencia que no tenga que pasar por la destrucción, el odio, el miedo, la depravación…?
El problema es que las obras de arte las hacen los artistas. El arte supone la plasmación de un don natural al trabajo. Unos descubren de niños que son capaces de dibujar un rostro sin que nadie les haya enseñado; otros son capaces de hacer operaciones matemáticas imposibles para el común de los mortales; otros convierten una piedra amorfa en una figura; otros tienen una gran facilidad para poner orden en los sonidos; etc...otros, desgraciadamente, saben manejar y manipular las masas. De la misma manera hay otros que tienen la necesidad natural de aportar sus capacidades para ordenar las estructuras sociales que otorguen dignidad a los pueblos. A estos personajes se les conoce por el nombre de políticos. Pero políticos de verdad, no politicastros, porque no se pueden pedir peras al olmo. Tal vez algo de lo que José Luis Sampedro tratara de decirnos es que hay que buscarlos con ahínco y no desfallecer….


(*) Abogado