TENESOYA: 1407 

       No, no confundan nuestra Tenesoya, con la Tenesoya, princesa ella, sobrina del rey de Gáldar, que vendrá después. La nuestra, la de ahora, no es de sangre azul. Y, cosa de mujeres, que nuestra Tenesoya, tenía su príncipe azul, barón francés él, que por 1404, anduvo por aquí, y siempre lo tuvo Tenesoya en su amor más secreto. Y así supo, que el amor de sus sueños, en este año, de mala esperanza, se volvía a su natal Francia, a la Normandía. Y es que, amores imposibles, siempre los hubieron; y era el de Tenesoya, el barón -título señorial- de Saint-Martin-le-Gaillard. Y, suele suceder, que se acabe alguien enamorando de su secuestrador; en nuestro caso, de su invasor o pretendido conquistador. ¡Los misterios de la condición humana! Y, hablando de los hombres, de los de nuestra tierra, habla, el tío de Tenesoya: “... Amores aparte de mi sobrina (¡amor platónico!). ¡Vaya modelo! Enamorarse de quien nos quiere ocupar. Pero, si su nivel, ¡es otro! De la corte, o lo que sea en Europa, a la agricultura, a la cosecha, al cereal... ¡Vaya utopía! De su mesa, con copas de cristal, a nuestros mejillones y cebada. ¡Su harina, por nuestro gofio (cebada tostada y molida)! 1407, se marchó -¡gracias a Acorán!- el de Saint-Martin-le-Gaillard. ¡Que bien! Él en su despensa; nosotros, con nuestros graneros colectivos, donde guardar nuestras cosechas. Y, yo..., yo, no cambio esto, por aquello. No. Pero, esta cosa femenina... Si esto no desaparece, nos pone en peligro. Que no está bien dejar nuestro hogar original, por una tierra nueva. ¿Cómo dejar la agricultura por salones de señores? ¿Cómo adoptar una cultura tan distinta y distante? ¿Cabe  un enlace o unión con tan alto desequilibrio cultural? ¿Puede cambiar la cultura de un pueblo, con raíces tan profundas? ¿Se puede cambiar la esencia de un pueblo? ¿No es el suicidio de un pueblo? ¿No es eso reducir a un pueblo? No, no es fácil, pasar de la agricultura a vivir en palacios y su política. Es tanto como modificar los hábitos alimenticios, el trabajo, entrar en la técnica... ¡Es la muerte! Es, un gran desequilibrio. Es el modelo de dos sociedades dispares. No, no es posible una adaptación, más allá del tiempo; están los genes. Mi pueblo, o es independiente, o no es pueblo. Y, ni a pesar de sucesivas generaciones, no es posible el cambio de nuestra mentalidad, ¿no somos diferentes? No, no es fácil adoptar y adaptar las innovaciones; no, no las podemos integrar. Y además, ¿cómo va a ser posible la relación entre invasor e invadidos? El ser insular, es una cultura. Nuestra vida, trabajo... todo, la tierra, ¡es la tierra! Y nuestra tierra -y estamos en 1407- nuestra tierra, es limitada. Los recursos de esta tierra, no dan para tanta gente  foránea-fuereña. Esta tierra-isla, esta isla-tierra, tiene unas limitaciones, tiene unos límites; es, eso, una isla. Y son, esas medidas, las que limitan nuestra isla -las islas-. No, aquí, no puede incrementarse la población. No disponemos de recursos para tantos. Nuestra tierra, es limitada. La pesca de nuestro litoral, no va a aumentar. Esa invasión, va a generar violencia. Vendrá la muerte. Llegará la emigración. ¿Qué futuro nos espera? Enfermedades, seguro (y no son las físicas las mayores). Y estos, con serlo, no son los peligros peores que nos acechan, con la invasión...”. Así, se expresaba, en el Tagoror Rojo, el tío de nuestra Tenesoya; la misma, que se enamoró, del barón de Saint-Martin-le-Gaillard.