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Admitiendo nuestra torpeza

 |  08 de octubre de 2021 (09:00 h.)
Agustín García Acosta
AGUSTÍN GARCÍA - TRABAJADOR SOCIAL

Los datos se encuentran y desafían constantemente, como las olas evocan con fuerza la sal marina. Sinceramente, las matemáticas no son sospechosas de encubrir incómodas realidades, pero si quienes ofrecen una interpretación interesada a los ciudadanos. Aún así hay cosas que no pueden sobrevivir al amparo de inquietantes perspectivas.               

El arraigo desmedido de la miseria no entiende de sombras fabricadas por estadísticas con firma de autor. Tampoco las administraciones, los servicios públicos, se salvan de la obviedad existente en la calle a pesar de estrategias de marketing social diseñadas desde la experiencia de mentores publicitarios. 

No se puede predicar que los ciudadanos y sus necesidades son lo primero, cuando los trámites y los procedimientos demoran esa capacidad de seguridad (cobertura de lo básico). No se pueden elaborar convocatorias, ampliar ayudas, conceder subvenciones, inventarse novedosas prestaciones, etc., si no se dota de agilidad a la resolución.                                                                                             

No se puede alardear de protección, de un firme soporte al ciudadano, y que se sientan extraños en la incertidumbre que genera el exceso de burocracia. No se pueden definir horizontes comunitarios si no existe estructura. No se goza de credibilidad cuando no se hace lo suficiente.   

No podemos aceptar el acomodo personal, aparentar conciencia y vender proyectos improductivos. No se puede consumir la paciencia, la desesperación de quiénes realmente necesitan de los servicios públicos.                                                                           

No se puede pedir acción, activismo ciudadano, involucración de los colectivos sociales, cuando desde el ámbito público se observa un enorme desierto de ganas. No se puede vender lo que no se ha intentado...