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Francisco Javier González

DE VOLCANES Y NOMBRES. TAJOGAITE Vs COLONIALISMO CULTURAL

Soberanista

Francisco Javier González | 12 de diciembre de 2021

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El verano de 1949, con mis nueve añitos, estaba previsto que pasara mis vacaciones de verano en el Hoyo de Mazo. Lo impidió el Volcán de San Juan. Mi padre alquiló uno de los escasos taxis que tenía entonces La Laguna – siempre recuerdo el de Jacinto “Capitán” y el de Julián Santana, con parada en la Plaza de la Catedral- para ir de noche a verlo desde lo alto de El Sauzal, por la Garañona. Mi padre contaba que mi abuela Carmen quedó preñada tras el susto del Chinyero. Era, de facto, un “hijo del volcán” que, si vio mi tía Mercedes, su hermana mayor.

Cuando a poco de comenzado el curso, el 26 de octubre del 71, reventó el Teneguía, estaba yo de director del Instituto de Los Realejos -todavía Sección Delgada del de La Laguna- y, con permiso de la inspección, agarré mi tienda de campaña y Juanita y yo nos fuimos a La Palma una semana. Desde Santa Cruz de La Palma, el viernes 29, nos llevó nuestro amigo y compañero -morador ya en el recuerdo- Cándido Marante, hasta el restaurante La Parada en Fuencaliente. Nos aprovisionamos de víveres y agua y cargados con los bártulos, bajamos hasta lo más cerca posible del incipiente volcán, entre los tremendos rugidos y los penachos de humo y cenizas con los que nos amenazaba.

Estuvimos por allí, pateándolo hasta abajo, viendo el avance de la colada hasta verlo entrar al mar. Los palmeros, por las cercanías, recogían a toda prisa la uva, la exquisita uva malvasía y alguna negramol. Nosotros ayudamos algo a esa apresurada vendimia, soplando la arenilla y ceniza para comer aquellas uvas, las más cercanas a la lava, con el nuevo sabor que Teneguía les proporcionaba. Ponernos los dos en solitario, frente a lo colada, y verla avanzar, incendiando la rala vegetación que tenía por delante, y cabalgando sobre su lomo de fuego, enormes bloques humeantes que navegaban en la lava, es algo que es imposible olvidar. Los gases eran escasos, pero, además, siempre tuvimos sumo cuidado con tener el viento a la espalda -consejo de D. Telesforo Bravo-, descuido que le costó la vida al único fallecido en la erupción, un turista.

Aquel fue un volcán amable, casi de juguete, experimental, que transcurrió en despoblado, aunque si arruinando esplendidos viñedos, compensados por la fajana que se ganaba al mar. Pude encender un cigarrillo en la lava recién pasada, lo que no dejaba de ser una estúpida baladronada.

Cuando reventó el Volcán de Tajogaite pensé en ir a verlo como hice con el Teneguía. Al par de días, viendo a donde se dirigía la colada, conociendo la zona, y teniendo en ella múltiples amigos, me lo pensé. Veía las apresuradas huidas forzadas por el avance de las coladas, sabía de la angustia, más dura que el miedo, de los que dejaban toda su vida atrás, sus recuerdos familiares, sus casas y fincas con tanto esfuerzo construidas, engullidas por el río ardiente, y me di cuenta de que no tenía corazón para ir “de turista” sin poder ayudar en lo más mínimo porque, si hay algo que perdona menos que la lava, es la edad que nos roba las fuerzas. Me quedé en casa, pendiente de la tv y de Involcan.

Precisamente es la TV, la radio y los medios en general españoles los que, dentro del pesar del dolor ajeno que se hace propio, lo que me causa una indignación sorda, de bajo nivel por compararla con la real del sufrimiento humano del Valle de Aridane. Es la permanente nominación exógena, que hasta los medios canarios como Radio Club y su criolla locutora Puchi Méndez asumen en la propaganda de sus “Teides de Oro”.  Se han empeñado en adjudicar al nuevo volcán el nombre de VOLCÁN CUMBRE VIEJA. Menos mal que la presentadora de la entrega de premios reaccionó y lo nombró como TAJOGAITE. Espero que Nemesio, al que tengo el aprecio que merece su dedicación, recoja el testigo que, además, por lo que me han comunicado amigos palmeros, es lo que esperan y desean. En las fotos de satélite se ve toda la cordillera hacia el sur que nace desde la Caldera con los numerosos volcanes que la coronan. Se pone de relieve el disparate de la nomenclatura que nos quieren imponer.

¡Menudo disparate! Perdonable en los medios españoles por su radical desconocimiento de nuestra realidad, pero no en los del país.

Cumbre Vieja es toda una cordillera que va desde La Caldera y Cumbre Nueva hasta la punta sur de Fuencaliente, zona que ocupa un tercio de la superficie de la isla. En esa cordillera, declarada como PARQUE NATURAL DE CUMBRE VIEJA se han producido TODAS las erupciones volcánicas conocidas en Benahoare, como las del Birigoyo, el Nambroque, Tacande, Tahuya, El Charco, San Antonio, Malforada, San Juan con sus tres bocas de El Duraznero, Llano del Banco y Hoyo Negro y así hasta el Teneguía. Todos eran UN volcán EN Cumbre Vieja, como el actual de TAJOGAITE, pero ninguna es EL Volcán Cumbre Vieja.

Una vez más el colonialismo cultural español, ante la desidia y apatía de los criollos “defensores” de nuestra identidad propia, nos roba hasta la nomenclatura.

Francisco Javier González

Canarias a 11 de diciembre de 2021

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