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Padre Báez

Los de fuera...

Sacerdote y escritor

Padre Báez | 26 de febrero de 2017

Disculpen mis amigos, siga o continúe con el cuadro; es, que no lo he terminado. Y hay que seguir dando pinceladas, hasta completarlo, para que quede todo claro, nítido, acabado. Hasta aquí, todo ha sido un esbozo. Solo hemos dado trazos. Andamos, todavía en los perfiles, y hay que ir al relleno, y en ello estamos (saben, tratamos acerca del guanche, es decir, de nosotros mismos, desde un ayer al presente): La verdad es que nos invadían, nos acosaban, y pasaba el tiempo, y no cesaban. Y por nuestra parte, se acudía a todas partes, atacando a frentes, atacando a huestes; solo ante las armas de fuego de ellos, infernales, se frenaba, que no se paraba. Los barrancos fueron campos de batallas, y corría además del agua, la sangre. Los nuestros (nosotros), conocedores del terreno, ocasionaban auténticos descalabros; y éstos, hacen que se frenen los avances de ellos, los otros, los venidos de fuera, los “conquistadores”, que eran conquistados; y así, las incursiones de los nuestros (nosotros mismos), no cesaban sobre cuarteles, fuertes, y afines, y los nuestros (nosotros), dominadores de las montañas y sus secretos y vericuetos, y desde las alturas, mejor ver al enemigo; los nuestros, más que caminar, parecen volaban por el terreno, y difícil se les escape presa alguna (los nuestros no escribían, y los de ellos, estas vergüenzas las callaban). Y los nuestros (nosotros), en la avanzadilla, al frente y los primeros; así andaban. Pero de ellos, la traición, la crueldad, de entonces, ahora y siempre. De ellos, el orgullo y la soberbia. Nuestro, siempre, el triunfo. Nuestro, el arremeter; nuestra, la furia; nuestro, el ímpetu. También nuestra, la rabia. Era, la lucha de Cristianos (los guanches) contra cristianos (los castellanos, y otros). La fuerza, era nuestra, de los nuestros. De ellos, fueron muchos los muertos, y más, los que se retiraban. De ellos, siempre la retirada; nuestro, el avance. Nuestra la heroicidad, de ellos la cobardía, la traición, la miseria. Ellos, a cortar cabezas, nosotros a cortarles el camino. De ellos la sangre; nuestra, la vida. De ellos, la culpa; nuestras, las buenas acciones. De ellos, la sombra; nuestra, la luz. Ellos, rivales; nosotros, abiertos a la amistad. Lo nuestro, subir; ellos, no pueden bajar más. Nuestra, la fama; de ellos, la deshonra. Y rompieron todas nuestras casas, aldeas, y poblados. Machacaron nuestra cultura, y hasta borraron el habla. Esta, es la Historia. No dejaron en pie una sola casa guanche, borraron nuestra lengua, cambiaron nuestras costumbres, se mezclaron con nuestra sangre, nos trajeron el hambre, los vicios, el pecado.

El Padre Báez, que por segunda vez, pide disculpas, porque si me pusiera en el bando de enfrente, si yo fuera de los de fuera, lo que leo, no me agradaría, pero si es la verdad, debo tener la humildad de aceptarlo. Sabernos distintos, diferentes, es científico, es verdad, es cierto, andan de por medio los genes, y basta una simple mirada, y ello: en gestos, en posturas, en decires y haceres. Algo así como las diferencias entre la noche y el día, entre lo blanco y lo negro, entre lo alto y lo bajo..., de todas formas, los del presente, aunque herederos de aquellos, no son los culpables de todo aquello, sino de los que fueron de los suyos, y que si han de cambiar es cosa de ellos, y no perpetuarse en actitudes similares o parecidas, que por herencias genéticas, no lo van a tener fácil, pero con esfuerzo y voluntad, todo se puede conseguir, aunque no es tarea fácil, pero si se lo proponen y haciéndose violencia, pueden mejorar, y aunque la Historia pasada no se puede cambiar, sí la por venir. Lo primero que han de hacer los de fuera, es reconocer lo que somos, respetar nuestra condición, y no repetir comportamientos del pasado de los antepasados de ellos. Y no se trata de minusvalorar, menos ofender o molestar, simple y llanamente solo pretendo poner a cada cual frente a su propio espejo, que se vea, se estudie, y se reconozca. Ya el propio físico delata a unos y a otros, y el físico, a veces es casi difícil o imposible cambiarlo, aunque determina conductas y comportamientos, pero con dominio de sí, con asimilación de la propia condición, y reconociendo estamos con otras gentes o personas, que merecen ser respetadas, pues están en su tierra, y son los anfitriones, y no han de cambiar su filosofía, su pedagogía, su teología, su psicología, su talante, su manera de ser...

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