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Padre Báez

Y en la porfía, ¡hasta a la muerte! 

Sacerdote y escritor

Padre Báez | 25 de enero de 2017

Y en la porfía, ¡hasta a la muerte! Así eran los primeros guanches, que los segundos somos nosotros; que en la lucha, llegaban tan lejos, que lo acabamos de mencionar; y lo vamos a precisar. Digo, que en la lucha, lo hacían con tal pasión e interés, que sin miedo a perder la vida, pues creían en la resurrección de los muertos, como correspondía a su condición de católicos, venidos del primer cristianismo, que sabedores de la Otra Vida, no les importaban dejar ésta, sabiendo la Otra, es mucho mejor que ésta incomparablemente, que el cuerpo a cuerpo, el que perdía, para no perder retaba al ganador o vencedor le imitara, y sin pensarlo dos veces, le decía: “¿A que no eres capaz de hacer lo que hago yo?” Y se tiraba como Bentejuí en Ansite con el sacerdote de Telde, que práctica ésta no solo y siempre huyendo de no caer en manos extrañas, y bajo dominio de menores e ineptos, preferían la Otra Vida, antes que ésta y antes de que les llegara la hora de la muere, se la proporcionaban adelantándola, bien en el reto: “a ver si eres capaz de imitarme” o en -como acabamos de decir- no someterse a esclavitud y perder sus propios valores, en todo superiores a los de los que venían de lo bajo de la soldadesca, buscadora de méritos y libertad de sus cárceles, por maleantes, que venían a: ¿mejorar nuestra condición y valores? Pues, que práctica tan noble y valiente, que no solo dejaron testimonios en ésta, pues se sabe cómo en Amurga las mujeres embarazadas se tiraron por el risco que lleva sus nombres, “El risco de la Mujeres”, sino que allá por el Carrizal de Tejeda asomándose a La Aldea, en un promontorio-meseta donde se creía segura madre e hija, al ver que las habían sorprendido y las iban a raptar, la madre tiró del pelo a su hija y ambas cayeron al vacío (relato este contado por mi madre, que a ellas se lo había dicho la suya y seguro que a ella la suya y así desde cuando sucedió), que allá en Madeiras, te dicen por dónde se tiraron los guanches antes de dejarse sorprender -como aquí- de los portugueses. Pero, déjeme de salirme de lo que venía contando, que es sobre el valor de y en la lucha y cómo en ésta no quedaba en el suelo el perdedor, sino que con rabia y para ganar retaba a su contrincante a que él era mejor y para demostrarlo se tiraba al vacío como queda dicho, pero que para no ser menos el que había ganado, pasaría a la memoria como que era o fue tan valiente como el otro al emular y copiar el salto y perder la vida, para ganar la fama y la Vida. Sorprende comportamientos tales, que solo son propios de hombres libres y hombres grandes y es que en ello doble, triple y más los guanches fueron y van muy por delante de la generalidad emborregada y cual dice el dicho: “¿A dónde va Vicente? ¡A donde va a gente!”, dicho, que de ninguna manera se puede decir de los guanches, los cannarii, venidos a canarios.

El Padre Báez, dando cuenta acerca de las fiestas, de los jolgorios y regocijos de los guanches, que midiendo sus fuerzas, no era fácil dar con el vencedor, porque tanto uno como el otro no era perdedor, y en el aguante sin fin, sin llegar ninguno de los dos al suelo, por más forcejeos e intentos inútiles, sin que ninguno de los dos se alzase con la victoria, para vencer -fuera de la lucha, y así ser vencedor-, se daba el caso de decir lo dicho al contrincante: “¡Tú, no eres capaz de hacer lo que yo hago!” Y se tiró al acantilado desapareciendo de este mundo; pero éste, para no dejarse vencer del ya muerto, siguió su ejemplo y ahora: ¿cuál de los dos venció? Naturalmente, que los dos. Así es nuestra condición, raza y hombría, al menos así era, y “donde hubo -como dice el refrán- siempre queda”, aunque a menos. Pues no veamos -como algunos- en este acto, un gesto bárbaro o salvaje, sino que se trata de todo lo contrario, un gesto gallardo, que solo valientes con fe en el Más Allá, se fueron de este mundo, no dejando el recuerdo de sí como el de un ser cobarde y despreciable. Por supuesto, no es algo a imitar, ni estamos en aquellas circunstancias, pero que es muestra de hombría superior: los guanches.

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